Diario de León

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En León, hubo un tiempo en que nos acostumbramos a ver a los ministros por aquí como si fueran un vecino de Truébano. Por entonces, cuando había un problema, siempre se echaba mano de un ministro que comprometía un proyecto, su desbloqueo o, incluso, su ampliación. Qué días aquellos en los que cada periódico se convertía en una mañana de Reyes.

El problema se dio cuando Zapatero tuvo que adelantar la partida y quedaron los cajones llenos de planos por santificar en el BOE -donde en realidad hablan los ministros y no su aparato de propaganda- inversiones retenidas y plazos por cumplir. Nada volvió a ser igual. A partir de ese momento, salvo las excepciones en las que coincidía que un titular ministerial subía a Galicia por la A-6, tuvimos que conformarnos con los consejeros de la Junta, a los que se diferencia por que el chófer conduce un Renault, se atragantan cuando tienen que pronunciar la ‘y’ detrás de Castilla y creen que el mundo orbita sobre Valladolid, en lugar de Madrid.

Como consecuencia, a cada plan le surgió un exceso de cálculo que desaconsejaba meter tanto dinero en un agujero. Para qué. Tuvimos ministros por encima de nuestras posibilidades. La añoranza reverdece cuando vuelve un miembro del Gobierno. Más si cabe cuando se trata del titular de la cartera que toda la vida se llamó Fomento y ahora no pierdo ni tiempo en buscar en Google cómo la han bautizado. Ábalos anunció la creación de la «mesa -qué año para los ebanistas y los diseñadores de Ikea- por la movilidad rural».

El tren, insistió el ministro, frenará la despoblación. Ahora entendemos de una vez el tema de Feve, por el que le preguntaron al valenciano y reaccionó como si le hubiesen hablado de una especie antediluviana que ya debiera estar enterrada hace tiempo, como el carbón o el Tribunal Supremo. Después de nueve años, en la mayoría de los cuales los miembros del PP que ahora denuncian airados fueron los que daban las coartadas a sus jefes para que se paralizaran la integración, el señor Lobo del PSOE de Sánchez desvela ahora la motivación por la cual los trenes van a continuar con su lamentable funcionamiento, su falta de personal y sin pasar de La Asunción. La jugada se presenta digna de unos estrategas de su envergadura: para que no se vaya la gente de los pueblos van a aislarlos. El próximo ministro que cierre la puerta.

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