Diario de León

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La nieve se vuelve noticia en invierno en León, como las olas de calor de julio en Córdoba, las lluvias del monzón en la India o las inversiones de la Junta en el cinturón industrial de Valladolid. No se trata de acontecimientos excepcionales que elevan la información a mayúsculas en el titular, sino un apunte que confirma la estación, como esas notas gacetilleras que anunciaban a principios del siglo pasado que el señor marqués había llegado a la villa para que los demás supieran que había un concepto llamado vacaciones. Nieva, claro, pero nos hacemos los sorprendidos como parte del rito para no frenar el paso del tiempo. Aunque este invierno, en el que hace semanas que se quedaron pueblos incomunicados en la franja norte y se arrancaron los tractores para abrir carreteras de alta montaña como la de Valdorria sin darse mayor importancia, no hemos terminado de enterarnos hasta que el parte abrió con la advertencia de emergencia nacional por el temporal en Madrid y otras grandes ciudades. Ahora, ya nieva, no como cuando un alud sepultó a una máquina poco más allá de la raya de San Isidro con dos operarios dentro, tras múltiples avisos de peligrosidad de los vecinos que fueron ignorados. Ahora, sí. No vayamos a ser tan paletos de pensar que lo nuestro, lo que sucede todos los años y condiciona la vida de las personas sin paralizarla, se trata de algo del otro jueves.

El descubrimiento de la nieve como problema de Estado se enmarca en la filosofía del homo decathlonensis , convencido no sólo de la domesticación de la naturaleza para su disfrute en chanclas, sino del dominio sobre los fenómenos meteorológicos. Al margen de los profesionales que tienen que salir a la carretera para cumplir con su trabajo, nada frena al homínido moderno: un espécimen que tira en bermudas y camiseta, sin atender al pronóstico del tiempo ni llevar cadenas, hasta que se entrampa, llama al 112 y aguarda a que llegue la Guardia Civil a sacarle con una taza de sopicaldo, como ironizaba el exdelegado del Gobierno, Miguel Alejo. La nieve como souvenir para postales tiene su gracia, pero esconde otra cara más negra. Ahora ya lo saben hasta en la capital, donde no se habían dado cuenta hasta que lo sufrieron y empezaron a hacer planes. Quizá sea una idea loca, pero se me ocurre que, para atajar la despoblación, otro problema de pueblo como la nieve, se podía comenzar por vaciar Madrid y las demás grandes ciudades.

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