Diario de León

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Quién nos iba a contar que el ocio nocturno pasaría por cuadrar la llegada del toque de queda de las terrazas decretado por Igea con el pitido de la lavadora cuando hace vacío. Más de medio siglo después de que nuestras abuelas se sentaran en la banqueta para liberarse de la esclavitud de la piedra del lavadero, la fiesta de las eléctricas nos cita de madrugada delante del tambor de la máquina para acostumbrarnos a la economía de guerra en que derivarán los esfuerzos de la salida de la crisis sanitaria. Los costes del progreso se resumen en que la factura la pagaremos de nuevo los mismos, como ya pasó con el rescate de aquel sistema bancario que, ya saneado, arroja ahora por la ventanilla del cajero a miles de empleados para ahorrar nóminas y aumentar sus beneficios. La lógica de que es la economía, estúpidos, como se empeñan en justificarnos con el nuevo régimen de tarifas para que asumamos la estafa, nos ata a un reloj con horas valle, llana y punta para entretenernos mientras nos roban. El juego ideado por la factoría del márketing de Moncloa, siempre dispuesta a la ingeniería social para expurgar hábitos ajenos al hombre progresista tipo, nos regala una reorganización de la vida para nuestro propio bien y la conservación del planeta, ahora que yo no se puede siquiera cargar contra la contaminación del carbón que encarecía la factura. Si gastamos hasta un 100% más, la culpa recae en nosotros, que elegimos mal la franja, no en la falta de regulación de un mercado en el que campan los expolíticos dentro de los consejos de administración como los osos por la montaña.

La broma pesa más aún en León, una provincia exportadora energía a costa de hipotecar el territorio propio en favor del desarrollo de los demás, sin obtener compensación apenas, ni encontrar horizonte para lograrlo, como anuncian los depredadores parques eólicos y solares. Quizá haya que encontrar una motivación para adecuarse. Si en lugar de volver para casa a una hora prudencial haces caso a los colegas, pides otra y esperas hasta después de la una de la madrugada vas a ahorrar. Cuando llegues, cargas la lavadora, planchas las anteriores, das al botón del lavavajillas, pones la carne a guisar en la olla al fuego lento de la vitro, enciendes el horno para gratinar las berenjenas y pasas el aspirador. Pero ten cuidado. No te excedas. A las siete, te acuestas, como cuando venías de fiesta. Vaya juergas nos vamos a correr.

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