Diario de León

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En los pueblos de León, antes, cuando se quería avisar de que había alguna vaca con mastitis, que el gocho andaba con fiebres, que las ovejas tenían modorrera o que a la yegua se le había puesto el ojo como los amaneceres brumosos de noviembre, se colocaba en el acceso al camino que comunicaba las cuadras con la calle un palo con un trapo blanco atado o una bolsa de plástico. No había teléfonos móviles, ni aplicaciones para conectar a personas que no se van a ver en la vida pero de repente se hacen amigos virtuales, ni otro remedio que llamar al fijo de la casa del albéitar o, en el mejor de los casos, al bar a la hora de la partida por si andaba por ahí. En último caso, la señal servía. El profesional, que pasaba con la furgoneta o el Lada Niva por la carretera, identificaba el mensaje, entraba, se ponía la funda, se arremangaba, se lavaba las manos hasta llegar por encima del codo y cumplía con el aviso. El paisano resollaba al ver que había estado a tiempo para salvar un parto que venía atravesado y podía arruinar un invierno. Un palo y un trapo blanco como remedio cuando no había más.

El reclamo están a punto de rescatarlo los pueblos, pero no para avisar el veterinario. El palo y el trapo blanco a media asta clavado a la puerta se presenta como solución para reclamar la visita del médico. A la espera de que Mañueco sea investido presidente con la bendición de Vox y apruebe por ley la apertura de los consultorios rurales que no estaban cerrados pero se publicitó desde la Junta su reapertura, los paisanos se mantienen pendientes de cuándo pasa la consulta el galeno o, al menos, va la enfermera. Cansados, en Laciana y el Bierzo se han puesto en marcha, esta vez blanca, pero con el mismo negro horizonte con el que echaron andar los mineros hasta que los enterraron por inanición los diferentes gobiernos. La reclamación de la mejora de la sanidad pública abarca a toda la provincia: desde los Oteros, donde les han empezado a quitar días de atención como si fueran moscosos, hasta la montaña, en la que ahora pitan los sanitarios cuando pasan como si fueran el panadero para que salga la gente. Saben que no queda casi nadie. Los que resistían acabarán por irse a la capital o la cabecera de comarca, donde tienen el médico a mano. Los demás empiezan a preparar el palo con el trapo blanco. Si tienen suerte y pasa el veterinario, a lo mejor les atienden.

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