Diario de León

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Ahora sí que salimos. Después de agotar las metáforas para dulcificar la pandemia, con tanta ola, tanta curva, tanta nueva normalidad, tanta desescalada y tanto neologismo imbécil que daría para una letra de reguetón, la recuperación definitiva queda confirmada por la vuelta de las luchas políticas. Justo un año después de que nos metieran en casa para intentar frenar los contagios, los partidos han entendido que los problemas sanitarios pueden pasar a un segundo plano para que vuelvan a lo suyo. El movimiento empezó con el choque de dos placas tectónicas en Murcia cuyas réplicas se sintieron en Madrid, aunque sólo fuera porque a Ayuso le pareció que se le movía la folclórica de encima de la tele, y terminó por contagiar incluso a Luis Tudanca. El arrebato impulsó al socialista castellano a presentar una moción de censura, no se sabe todavía si contra Mañueco o contra su compañero el delegado del Gobierno, Javier Izquierdo, quien ha empezado a urdir los cortejos territoriales para hacerse con la candidatura de su partido a presidir la comunidad dentro de dos años. El burgalés oyó en el banquillo de Ferraz: calienta, que sales, pero no lo entendió bien.

La necesidad de reivindicación del líder autonómico del PSOE, que venció hace dos años en las elecciones pero no tuvo la valentía de ganar la Junta, sirve al menos para tantear la endeblez del acuerdo de gobierno de Epi y Blas. La tentativa abre el cásting para que los restos de Ciudadanos muestren sus talentos para merecer la entrada en alguna de las dos siglas mayoritarias. La formación naranja afronta un proceso de descomposición por OPA hostil. Apenas quedan acciones de aquel valor del Ibex que hace poco más de seis años precipitó la expansión de franquicias como la que quiso rentabilizar en León José Ángel Crego con Sadat Maraña como testaferro, pero que ahora sobrevive en el reflejo de la imagen con la que Gemma Villarroel se presta al concurso de imitadoras de Hacendado de la líder nacional, ilusionada por parecerse a Arimadas, con una sola erre, que suena más leonés. La deriva del partido, que de tanto mirarse en el espejo de Adolfo Suárez ha acabado en la cuneta del CDS, condiciona la viabilidad de la aventura que el PSOE publicita en la necesidad de «cambiar Castilla y León», pero al modo lampedusiano: quieren que todo siga como está y necesitan que todo cambie. A León le va a dar igual. Cojan palomitas. Siéntense a divertirse con la comedia.

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