Diario de León

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Después de 16 años de enjuagues subvencionados, actividades para travestir las Cortes Leonesas de 1188 con los cortinones almenados de la bandera de la comunidad, compras de voluntades para doblegar reticencias, coartadas para esconder la historia de León en una esquinina de los libros de texto mientras se encabezan las lecciones con la aparición de la comunidad en los tiempos del hombre de Atapuerca, alquileres de escaparates intelectuales para argumentar una unidad que no existe y dispendios económicos para fantasear con la creación de una identidad artificial en la que nadie se reconoce, la Junta parece convencida de que quizá sea mejor disimular un poco. Como si abriera la puerta del salón de una patada y se cuadrara en la puerta para llamar la atención de los parroquianos, quizá con la nostalgia de aquellos tiempos en los que dirigía la Unión del Pueblo Salmantino, el presidente del Parlamento autonómico, Luis Fuentes, se plantó esta semana en León para exhibir colgada del cinto la cabeza de la Fundación Villalar con el argumento de que «es incapaz de crear un sentimiento de pertenencia a Castilla y León». No se preocupen, ya estaba calvo antes.

La factura del psicoanalista, cifrada en 25 millones de euros, esconde el trauma de las políticas con las que la administración autonómica se ha dedicado a intentar adoctrinar a la sociedad para manipularla. La puerta abierta para la salida de la Fundación Villalar, que aún cuenta con fervientes defensores de sus beneficios como el socialista Luis Tudanca, se publicita desde Ciudadanos como aperitivo del repaso a la administración B de la Junta. Habrá que esperar a ver dónde acaba la operación del doctor Francisco Igea, quien todavía tienen en lista de espera la intervención para destapar el cáncer del amaño de las elecciones primarias en su partido, cuando meta el bisturí para diseccionar cómo funciona el flujo de las vías biliares por las que se desvían la fiscalización y se saltan los controles de la tramitación de los funcionarios de carrera, como en el Itacyl o el Somacyl, generados como instrumentos para desatar las manos al poder. Para cumplir con su promesa, puede comenzar por seguir el rastro de las palabras que acaban en cyl. Son todas inventadas e innecesarias. Como Castilla y León o la identidad autonómica castellanoleonesa .

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