Diario de León

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Cuando nos habíamos acostumbrado a descubrirnos por los ojos, el Gobierno decreta el final de la obligación del uso de las mascarillas en espacios abiertos para que miremos para otro lado. Con el mismo aval sanitario con el que recomendó al principio de la pandemia que no eran necesarias, cuando en realidad quería esconder que no había suficientes, y con el que hace un año enmendó en el BOE su propia desidia en medio de la guerra de incompetencias con las comunidades autónomas, ahora el presidente Sánchez anuncia la desaparición de la prenda que se había convertido en el indicador más fiable para detectar a los tontos del negacionismo, poner en evidencia a los jetas insolidarios y dar una oportunidad a los que siempre defendimos que la belleza reside en el interior. ¡Cuántos contagios habrán evitado las mascarillas, incluso del covid! Pero ahora, el dirigente nacional opta por la desinhibición, reclamada desde hace semanas, en coincidencia con la necesidad del buen ambiente que requiere la firma de los indultos a los condenados por el Procés, como antes levantó los confinamientos perimetrales en las inmediaciones de las elecciones a la Comunidad de Madrid. Nada que se salga de los criterios políticos, no científicos, como le ha afeado el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, quien firmó en su día el decreto de ampliación del toque de queda incluso por encima de la vulneración de un derecho fundamental amparado en la falacia de que las vidas son lo primero, pese a que hablaba de salvar la estabilidad de su gobierno.

La liberación de la mascarilla se sucede ante el avance de las campañas de vacunación, convertidas en reuniones de antiguos alumnos en las que se aprovecha la espera de la cola para cucear cómo ha tratado el tiempo a los quintos, qué descapote llevan los que comparten el mismo año de nacimiento y de qué manera se les ablusa la camiseta a los que enseñaban abdominales en la piscina en los noventa, mientras se resuelve lo lozano que se conserva uno en comparación. Fuera de estas convocatorias quedan por ahora los adolescentes, que deberán esperar al prólogo del curso escolar, y los veinteañeros y treintañeros que aguardaban la llegada del buen tiempo para asomarse a los balcones que se les abrían desde la azotea de las mascarillas. Ahora, a cara descubierta se complica. Este verano vuelven a follar los de siempre.

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