Diario de León

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Antes de que Miércoles viniera a España para que viéramos que una de las consecuencias del cambio climático es que se trata de un negocio que vende, como demuestra la exuberancia de la campaña con la que se blanquea Endesa, hace un par de semanas se presentó en León el estudio para la regulación de los recursos hídricos. El documento propone recrecer los embalses de Los Barrios de Luna, Porma y Riaño; retomar el proyecto del pantano de Omaña; construir las presas de La Rial y Los Morales en el Órbigo de forma urgente; regular los ríos Duerna, Eria, Torío, Cea, Valderaduey y Casares, en Beberino; y desarrollar balsas en el Páramo. ¡Y dos huevos duros!, les falta pedir a los promotores, Ferduero y el Itacyl, la cara B de la Consejería de Agricultura de la Junta, siempre dispuesta a aplicar lo que los técnicos de la CHD definen como el principio de la hidráulica: el agua va para abajo y las ostias para los de arriba.

Queríamos León con salida al mar, pero no nos referíamos a esto, sino al hermanamiento con Asturias, más natural e histórico que el que unce ahora con yugo a la región leonesa. Pero con el empeño de la administración autonómica aquí no va a hacer falta que esperemos a que suba el nivel, como auguran los científicos por el calentamiento del planeta, para que nos mojemos en la playa los piernas hasta la altura de la merienda, que por encima el frío corta, sin necesidad de subir a Rodiles a escanciar unas sidras. No habrá que aguardar tanto, sino que bastará con que ajusten los proyectos para vencer las reticencias con alguna expropiación a medida, engrasen el discurso para argumentar la utilidad pública y acallen a porrazos a los valientes que se retrepen a los tejados para izar su dignidad. La escena quedará lista para vender la necesidad del sacrificio de los de siempre, subir el tranque de las presas y vaciar pueblos si hace falta, aunque en muchos ya ni quede nadie. Se justificará como una actuación prioritaria para adelantarse al cambio climático y habrá gráficos que expliquen el uso para el regadío de tantas hectáreas que en su horizonte nunca se ponga el sol, aunque luego resulte que el agua acaba al sur, ya en Castilla, incluso para sus polígonos industriales. No sé si se acuerdan de la primera temporada de esta serie de los años 80. La rodaron en Riaño. Suban por allí a ver qué vida queda y adelántense al final del apocalipsis que auguran los apóstoles del cambio climático que paga la Junta.

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