Diario de León

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El Primero de Mayo cayó en sábado, pero en León no se diferenció en exceso de un martes cualquiera. La fiesta del trabajo se celebró en la provincia leonesa con el mismo empeño que se afronta el 23 de abril: sin saber bien por qué es fiesta, ni haber quién encuentre un motivo para justificar la conmemoración. La efeméride se reseña en rojo en el calendario vacía de sentido desde que nos convencieron de que el trabajo, antes reconocido como derecho, se ha convertido en privilegio. Quien tiene un trabajo debe darse por satisfecho, sin protestar mucho y con pocas exigencias, si no quiere que los déspotas del mercado le marquen el camino que separa su futuro laboral de la pila de currículums que se amontonan en la mesa del encargado de recursos humanos: un puesto inventado para descargar a los jefes de la responsabilidad de enfrentarse a la cara del problema y humanizar el duelo que toda la vida se resumió con un escueto a la puta calle, ahí tienes la cuenta . La celebración se convierte en un objeto inútil en el que los sindicatos aprovechan para cumplir el expediente, entre dignos y ofendidos, y los partidos se alistan a las pancartas, aunque las críticas les aludan de manera directa, como le sucede al PSOE y a Podemos, siempre tan prestos para el indulto como depositarios de los valores obreros pese a que la realidad desmienta sus promesas.

Este año, otra vez, la pandemia se cita como comodín de justificación para ocupar el espacio que antes tuvo la crisis de 2008 y después la de 2012 y más tarde todo lo que nos ha venido detrás. Pero por buscar el lado bueno —para que no digan los homeópatas de la economía que culpan de la situación a nuestro carácter llorón— en esta tierra la bola sólo ha destruido en el último año 7.900 empleos. No son tantos, si lo miramos bien, aunque el empuje nos despeñe hasta la cola de la tasa de actividad más baja del país, pese a que se han marchado otros 5.000 paisanos porque se cansaron de esperar una de esas oportunidades que ocupan los discursos del Gobierno y la Junta. No hay industria que dé horizonte, porque eso se reserva para los territorios privilegiados, y los pensionistas y parados ya superan a los que tienen un contrato en vigor, aunque se cuenten entre ellos los más de 7.000 en Erte asomados al precipicio y los 4.000 autónomos que tiran de un auxilio social. Ayer fue fiesta. Mañana toca lunes al sol.

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