Diario de León

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No hay prólogo festivo más incendiario que el que pone cada final de abril la Encuesta de Población Activa (EPA) al Primero de Mayo. No quedan ganas de celebrar nada, aunque en esta ocasión hayamos tenido la excusa en el confinamiento. Por si habíamos tenido la tentación de echarnos a la calle, los responsables estatales nos pusieron el espejo delante de la provincia para que advirtamos que el páramo no es sólo una comarca, sino la denominación en la que se puede englobar el horizonte laboral. No sólo porque se perdieran otros casi 10.000 empleos para que pugnemos con Zamora y Orense por el honor de contar con la tasa de actividad más raquítica del país, apenas el 50%. Tampoco por los 3.800 parados que se suman a la lista, de los 5.300 totales de la comunidad, en la que no se cuentan aún los que han entrado con la purga del coronavirus en una espiral que semeja a la que dibuja el sumidero del váter. Ni siquiera por los síntomas que avanzan que la caída de la hostelería y el comercio arrastrará al abismo a un sistema incapaz de sostenerse con el músculo del funcionariado y el auxilio de los pensionistas. La clave del sino que nos espera la firman los representantes de las administraciones públicas que, lejos de reconocer la confirmación de una tendencia agravada en los diez últimos años, se escudan en la situación general para evitar que nos demos cuenta de que van a seguir sin hacer nada.

Con la mesa por León convertida en una pieza del ajuar de la abuela, tras servir para tender la cortina con la que obstaculizar la reivindicación leonesista de una autonomía propia, la Junta y el Gobierno vuelven a mirar de lejos el problema. El discurso, suscrito estos días por el vicepresidente y el consejero de Empleo, Francisco Igea y Germán Barrios, insiste en que sus políticas pasan por tratar por igual a las nueve provincias. El término manipula la radiografía porque oculta que para jugar en igualdad de condiciones se necesitaría revertir la estrategia que ha concentrado las inversiones en el eje de Valladolid, Palencia y Burgos. El punto de partida no es el mismo, ni tampoco se busca que lo sea, pero el planteamiento sirve para traspasar la carga de la insolidaridad a quien reclame más que el resto para paliar su situación. Ahora que no está la minería, ya han encontrado una disculpa nueva para justificarse en el covid-19. No. El virus que nos va a matar nos infectó en 1983.

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