Diario de León

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La pesadilla de Larra la actualiza la pandemia. El latiguillo que acuñó El Pobrecito Hablador en el primer tercio del XIX atosiga a sus paisanos dos siglos después con el atropello de la atención ciudadana que se ha convertido en menú del día. Vuelva usted mañana luce como fórmula de cortesía con la que se despacha a los ciudadanos sin abrir siquiera la puerta antes, ni descolgar el teléfono en algunos casos, ni salir del bucle en el que la tecnología ha convertido el sueño de la comunidad global en un laberinto de formularios para solicitar cita, concertar la hora, cubrir los datos entre los que se llega a reclamar la partida de bautismo compulsada, acreditar la personalidad y cerrar a tiempo de que no caduque el reloj que amenaza con devolverlo todo a la casilla de salida. La sacralización del distanciamiento social, llevado al extremo, levanta la barrera de un sistema que expulsa fuera a una parte de la población ajena a los algoritmos, encajonada en el modelo digital atendido por máquinas. El sector de la pirámide poblacional que se incorporó al mercado antes de la quinta de Naranjito termina por entregar las armas antes de superar la pista americana con la que le pone a prueba la administración autonómica para renovar la licencia de caza, después de haberse pasado tres días enteros con el botón de rellamada del móvil como huella dactilar, pero sin haber encontrado respuesta humana al otro lado; o desiste de la intención de hacer un trámite en la delegación de Tráfico enmarañado en el calendario que avanza la cita más próxima para después de la vacuna, salvo que se trate de alcaldes agraciados con el reintegro de los posos del último vial.

La aceleración de ciclo que se aventuraba para al menos dentro de una generación, pero que se ha activado con el virus, no se queda sólo en las administraciones públicas, en las que incluso hay ejemplos de diligencia. La costumbre se asienta ya en todo tipo de oficinas de atención al público en las que se ha instalado la barrera quirúrgica del espacio digital y la citación espaciada, como los bancos, donde se acota la hora de hacer ingresos a cuenta para acostumbrar al ciudadano a que cada jubilación sea un contrato amortizado para beneficio de la caja. Si se lo hubieran contado al romántico Larra, no se lo hubiera creído. Vuelva usted mañana. Ojalá, diríamos hoy.

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