Diario de León

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A diario vemos fotos de reuniones, cónclaves y debates dominados por corbatas. El mismo Pablo Casado se retrató en Colón con lo más florido de la derecha y la ultraderecha española. Tal vez no se acuerda de ese aquelarre; o pretende que su amnesia sea nuestro olvido. 

Aquelarre designa, según el Diccionario de la Real Academia, una reunión nocturna de brujas o brujos para realizar hechizos o embrujos. Si son brujos todo está dentro de la normalidad. Cuando va de brujas, es cosa del diablo.

La Inquisición, particularmente en Europa y América, se ocupó a sangre y fuego de imprimir la idea de que las reuniones de mujeres son peligrosas. Miles de ellas fueron quemadas en la hoguera, acusadas de brujería, en los albores del Estado moderno y del capitalismo. La religión y las supersticiones fueron la excusa, pero la tortura y asesinato de tantísimas mujeres tuvo un trasfondo político y económico que Silvia Federici ha analizado desde los años 70.

La caza de brujas sigue vigente. No sólo en Ghana, donde aún existen campos de concentración de mujeres acusadas de brujería para despojarlas, en realidad, de la propiedad de la tierra. Es una caza dirigida a aniquilar el poder de las mujeres y todos los entramados comunitarios en los que se sustenta ese poder. 

Pablo Casado ha iniciado su particular caza de brujas señalando a las mujeres que, con Yolanda Díaz a la cabeza, desafían el monopolio del poder patriarcal. Privilegio exclusivo que se resquebraja desde la base de la sociedad por los avances en educación y derechos que las mujeres han conquistado en el último siglo. Aunque ha habido mujeres que han llegado a las cotas más altas de poder en algunos países o regiones, han sido la excepción, casos únicos que casi siempre han calcado o exacerbado la forma masculina de ejercerlo. A veces con crueldad para probar su mando. El caso de Margaret Thatcher, la primera ministra que puso en marcha los postulados del neoliberalismo en Reino Unido o la difunta Isabel Carrasco al frente de la Diputación de León, son emblemáticos.

Que Pablo Casado esté tan preocupado por lo que le puede perjudicar al PSOE el aquelarre de las mujeres a su izquierda es chocante cuando tiene a su alrededor a lideresas que le disputan la carrera a la Moncloa, como Isabel Ayuso, o cuestionan abiertamente su manera de ejercer el poder, como hace Cayetana Álvarez de Toledo en su libro. 

El aquelarre de las políticas es un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Un avance imparable y tan necesario como que las mujeres se enrolen en carreras stem, pero con su propia visión de lo que la política, la ciencia,  la tecnología, la ingeniería y las matemáticas deben aportar al bienestar. 

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