Diario de León

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Ala sombra de la girola y de la noche leonesa del último domingo de agosto disfrutamos del concierto de Sheila Blanco, con el tan hermoso como desconocido repertorio de las poetas del 27. Las ‘Sin Sombrero’ siguen en las sombras del canon literario, igual que el filandón leonés se ha convertido en un cosa tan de hombres como el Soberano de antaño ignorando que las mujeres, hilando en las cocinas, rodeadas de prole y vecinas, han sido las transmisoras de la tradición oral por los siglos de los siglos, como reivindica Ana Cristina Herreros, Ana Griott.

En el mundo hiperconectado del siglo XXI circula una corriente imparable que arrastra en su limo memorias, nombres, obras y versos de mujeres olvidadas.

Es el triunfo lento, pero seguro, del feminismo, palabra tabú en el torrente de iniciativas surgidas a la sombra placentera de la vindicación feminista. Ahora que Ángela Merkel nos asombra en su despedida con la proclama: «¡Todas deberíamos ser feministas!», quizá se limen esos reparos a reconocer al feminismo la gran labor que hace desde hace tres siglos para que las mujeres sean reconocidas y los derechos de las mujeres sean derechos humanos. 

Sheila Blanco nos asombró con su talento, delicadeza y pedagogía al mostrar con música y palabra la genealogía femenina —y feminista— del 27, al margen de los libros, el curriculum escolar y la programación cultural. Fue una delicia escuchar, aprender, vibrar con los versos del exilio de Ernestina de Champourcin, los pétalos de Josefina Romo Arregui; disfrutar la sinfonía en rojo de Elisabeth Mulder; la Nadadora de Concha Méndez; sentir de la mano de Margarita Ferreras, y casi de Federico García Lorca, Por la verde, verde oliva... Y nos picotearon los Pájaros negros de Sheila Blanco y la voz de Carmen Conde En la tierra de nadie. Y entendimos, con el verbo gallego de Rosalía de Castro, lo que nos pasa a las mujeres en muchos foros, congresos, universidades, redacciones, parlamentos, debates, mesas de futuro y gobiernos. Fuimos feministas sin saberlo.

Vivimos ‘asombradas’, ocultas bajo la Negra Sombra del patriarcado. En gallego,  nos desveló Sheila Blanco, asombrar es poner bajo lo oscuro, a la sombra... no sorprenderse, maravillarse, pasmarse... como nos ha sucedido esta semana al conocer el programa del I Congreso de Periodismo Internacional Miguel Delibes con 20 hombres y cinco mujeres en el plantel de ponentes para su cita en Valladolid. 

Asombradas estamos, en gallego y en castellano. Sí, todas deberíamos ser feministas. Para que no nos asombren, con talento y sin talento, que ya está bien de reclamar la excelencia para las mujeres mientras soportamos la mediocridad de los hombres que se perpetúan en el poder.

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