Diario de León

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En el principio fue la música. La melodía de las aguas o el canto de los pájaros. Cada primero de enero nos lo recuerda el concierto de Año Nuevo. Ayer tuvo un significado especial. Al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena (muy escasa de mujeres) se colocaba, por tercera vez en fecha tan señalada, Daniel Baremboim, compositor argentino, español, israelí y palestino. Las piezas, empezando por la Marcha Fénix que abrió el concierto como canto a la resiliencia, fueron elegidas con la misma intencionalidad que las palabras que pronunció el compositor de la concordia.

Aludió Barenboim a la pandemia como una «catástrofe humana, no sólo médica» que solo podremos superar en comunidad. Una certeza que compartimos con regocijo, pensando en lo que dijo Jonh Lennon cuando The Beatles tocaron en Londres en una gala benéfica, con presencia de la familia real, antes de tocar Twist and Show: «Por favor, en este tema quiero que participen todos. Los de las butacas baratas pueden aplaudir, los demás, basta con que agiten sus joyas».

El espíritu comunitario está tocado desde la era industrial, aunque existen pueblos en el mundo que sobreviven gracias a su preservación incluso en la aldea digital y en León quedan vestigios dignos de conservar y reivindicar para lo que nos espera.

Las élites políticas y económicas suelen apelar a la solidaridad colectiva para salir de las crisis; o la aplican directamente sobre los lomos de la clase mediana, ya despojada del aura del bienestar de la añorada clase media. La inflación del 6,7% con la que se acaba de cerrar 2021 evapora los escasos ahorros de las cuentas bancarias y se quema en las cajas de los supermercados con salarios menguados desde hace una década. Otros han perdido su empleo o ya no sueñan con pagar la cuota de autónomos. No podemos seguir aplaudiendo mientras las élites agitan sus joyas y pingües beneficios y tienen preparado lo que no les voy a contar de la película No mires arriba, con el obsceno trío del poder político, económico y mediático en un miserable papel ante el mayor reto de supervivencia de la humanidad.

Barenboim también eligió para su repertorio piezas que aluden a la democracia y la libertad de expresión como Periódicos matutinos, de Johann Strauss II, Anuncios breves, de Joseph Hellmesberger y Pequeña crónica de Eduard Strauss. Ojalá no sean meras notas del pasado. Mecida por valses y polcas, se me antojó recordar que, ya que hemos llegado a 2022, hay que atreverse a escuchar nuestro sonido interior unido a la vecindad, a ver y contar las injusticias, a oír verdades incómodas; a señalar lo importante (de la vida) sobre lo urgente (del mercado), a defender los derechos humanos y el poder civilizador del feminismo; a abrazar y que nos abracen... Hay que atreverse a agitar las alas. Malo será que se nos quemen.

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