Diario de León

Compromís con La Cabrera

El llanto por la carretera de Llamas a Odollo, Castrillo y Saceda, que sigue el tortuoso curso del río Cabrera, ha llegado hasta el Congreso de los Diputados de la mano de Compromís

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La Sección Femenina creó un área de Campo y Ganadería para ir a los pueblos a decirles a las mujeres lo que tenían que hacer», comentaba la historiadora Beatriz García Prieto en la Casona de Murias de Paredes. A la alcaldesa, Carmen Mallo, le faltó el tiempo para apostillar con razón: «Y aún siguen viniendo a decirnos lo que tenemos que hacer en los pueblos».

Estamos en esa época en que los pueblos rebosan de gente y sentencias sobre lo que hay que hacer para mejorarlos. Veraneantes que se creen más listos que los residentes que soportan todas las estaciones del año y todas las restricciones porque hicieron oposición o un poco de dinero. Vecinos de ocasión empeñados en mover el contenedor de la basura para la ventana del vecino, quejosos con los cantos de los gallos o los tañidos de las campanas o incluso con los coches que les estorban (todos menos el suyo, claro).  

Como si tuvieran poco con una administración que regula con normas más o menos absurdas o más o menos sensatas hasta el lanzamiento de cohetes para dar salida a las numerosas patronales y romerías que se celebran a lo largo y ancho de la provincia. Sin embargo, no se acuerdan desde las administraciones de cumplir sus promesas, ni siquiera sus obligaciones con los pueblos y sus gentes.  

Hay pueblos que resisten en el olvido como fantasmas que vagan en la noche oscura de esta provincia. Sólo los iluminan el llanto de las Perseidas, las lágrimas de San Lorenzo, cuando llegan estos días de agosto en los que cientos de personas se juntan alrededor de una paella o unas patatas con carne para recordar lo que un día fueron y a los que se fueron.  

La comarca de La Cabrera, las Hurdes leonesas, como fueron bautizadas por el escritor berciano Ramón Carnicer, sigue siendo de las más castigadas por el olvido de las administraciones. La carretera que discurre paralela al tortuoso cauce del Cabrera desde Llamas hasta Castrillo, Saceda y Marrubio está a punto de convertirse de nuevo en el camino de cabras por el que anduvo el viajero y escritor en 1962.  

Hace 55 años salía a la luz la primera edición del libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera, con gran escándalo de las autoridades que orquestaron una campaña contra el escritor villafranquino y otra paralela de propaganda oficial. Después erigieron un Cristo gigantesco sobre el castillo de Peña Ramiro y encomendaron a la gente al corazón de Jesús.  

Ahora han tenido que alzar la voz desde Valencia para que se oiga en el Senado, la casa de los territorios, la desidia a la que está sometida la carretera LE-7311 que ha cambiado de manos y de nombre, pero a la que no han llegado los planes de la Diputación, a la que perteneció antaño, ni de los de la Consejería de Fomento, a la que pertenece ahora este trazado.  

El senador Carlos Mulet, senador por Valencia, habitual reivindicador de los intereses de León en Madrid, ha llevado el caso a la Cámara Alta. El Gobierno responde: «La carretera LE-7311 no forma parte de la Red de Carreteras del Estado, por lo que el Gobierno, a través del Ministerio de Fomento, no ejerce competencia alguna sobre la misma».  

Es cierto. Pero en Valladolid andan a cosas tan importantes como el pisito del presidente de las Cortes. Y qué les importa allí que la carretera de Castrillo se deshaga o que el Hospital del Bierzo espere la radioterapia.Y de esa carretera no se acordaron en campaña electoral en la que el PP, después de 32 años al frente de la Junta, prometió revitalizar y hacer resurgir la Cabrera si ganaba las elecciones.  

El PP no ganó las elecciones. Pero gobierna con Ciudadanos con el gabinete de hombrones y hombrecitos que apenas han dejado hueco a tres mujeres. El consejero sigue siendo el mismo. Un señor de León. Para que tome nota.  

Mientras tanto, en La Cabrera los viajes «no se miden en quilómetros sino en horas de camino», como escribió Carnicer. Tendrá que llegar el día en que la poca gente que quede se ponga a hacer la carretera por su cuenta, como cuando hacían en hacendera los puentes de madera que se llevaban las riadas.

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