Diario de León

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La Ley Trans camina por un túnel. Con trámite de urgencia y ampliaciones de plazos a trompicones en las que el PSOE ha sacado de la chistera una nueva paloma de la paz con Podemos. La última enmienda plantea que un juez o jueza decida sobre el cambio de sexo en las personas menores de 16 años. El tema es peliagudo. Y el debate se ha enconado con insultos, desacreditaciones y la focalización de personajes mediáticos para forzar el pulso.

La propuesta del PSOE pretende sacar el debate de esta franja tan sensible de la población de las acusaciones de patologización de la transexualidad y limpiarse finamente las manos políticas para encalomar un nuevo marrón a la Justicia. Como si la judicatura, embarrada en el fango, tuviera pócimas mágicas para resolver lo que la política es incapaz. Se alega el sufrimiento de las personas trans como la máxima para justificar la toma de estas decisiones a edades tan tempranas, pero a mí me cabe la duda sobre el origen de ese dolor que no niego. Veo más culpables a los roles de género, al rechazo social a las personas diferentes —trans, extranjeros, personas con diversidad funcional... en definitiva, cualquiera que no entre en la ‘normalidad’ de lo hegemónico— y a la falta de una educación emocional y sexual desde la infancia el origen de mucho de ese sufrimiento. Yo no creo que nadie nazca en un cuerpo equivocado. Creo que el único cuerpo equivocado es una sociedad intolerante, manejable y polarizada en la que el insulto se convierte en la única arma —pero no argumento— para tratar de imponer la opinión de cada bando, que es en lo que han derivado los partidos. El sufrimiento —que atraviesa nuestra vida y nuestras vidas, con mayor o menor intensidad— necesita de una respuesta colectiva. Y esa respuesta se encuentra en un cambio social y económico, ecológico y feminista con servicios públicos fortalecidos.

La infancia demanda atención para no ser violada, acosada por iguales, robada por la hipersexualización que educa a niñas y niños para ser cuerpos acordes con un patrón de belleza que a muchas enferma. Necesita familias que reciban apoyo cuando carecen de lo más elemental y hasta del tiempo del cuidado porque tienen que trabajar hasta reventar. Y que no les roben los hijos por pobres. La infancia precisa ser liberada de la toxicidad de las redes sociales y no bloqueantes de la pubertad o anfetaminas para el TDAH. En Reino Unido, Instagram y Pinterest han declarado en un tribunal forense para esclarecer la responsabilidad que los contenidos de ‘pins de depresión que te pueden gustar’ pudieron tener en el suicidio de la niña de 14 años Molly Russel en 2017. No buscan dinero, sino protección frente al negocio del algoritmo y otras industrias.

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