Diario de León

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A veces, las esperas nos llevan por caminos inesperados. Hace unos días, en el consistorio de Villadangos, me entretuve viendo una exposición que, en dos vitrinas, resume la llegada a España la democracia. Fotos, papeletas electorales, medallas y sellos conmemorativos y recortes de periódicos de las jornadas trepidantes del referéndum reconocen la labor de los ‘padres’ de la Constitución. La mirada se me clavó en una portada del ABC. Unas mujeres, fregonas en mano, limpian, entre pupitres, el suelo del que iba a ser uno de los colegios electorales de la jornada. Un templo de la democracia que ellas limpian y dan esplendor. Portada memorable que, sin querer, reflejó el lugar que ocupaban las mujeres en los comienzos de esta nueva andadura democrática. Cuarenta y un años después, casi cuarenta y dos, los cuidados son una de las asignaturas pendientes de la democracia. En las últimas elecciones vimos imágenes parecidas de mujeres pasando la mopa al plató de televisión donde nada menos que cinco candidatos a presidente de Gobierno iban a disputarse la audiencia y arañar algún voto.

Afortunadamente, hoy sabemos un poco más que ayer de las importantes aportaciones de las mujeres a la democracia, desde aquellas 14 parlamentarias pioneras que también redactaron el texto constitucional, hasta las que aún no sabían que eran feministas y cantaban a coro: «Manolo, hazte la cena tú solo», poniendo el dedo en la llaga de los cuidados. Las mujeres limpian, fijan y dan esplendor a la democracia desde los techos de cristal y los suelos pegajosos. Hora es de democratizar los cuidados.

En tiempos de pandemia, los cuidados han vuelto a la primera plana de nuestra realidad. Cuidados sanitarios, cuidados a mayores, cuidados de higiene personal y de distancia de seguridad... Los cuidados han salido de casa y han dejado de ser exclusiva de las amas de casa. Pero son las mujeres las que llevan la peor carga, ya sean profesionales y bien o mal pagadas —hay legiones de limpiadoras, cuidadoras, maestras, sanitarias...— o ‘informales’, invisibles e impagables en los hogares. El 89% de las personas que cuidan a mayores son mujeres. Esposas e hijas entre 45 y 65 años, según la Sociedad Española de Geriatría y el Csic. Hablamos de cuidar el planeta para evitar el colapso y hasta en el arte se cuela el arte de los cuidados. Pienso en el grupo Matraz que desde el Musac trabaja con las cuidadoras de personas con demencias. Y pienso en una democracia de los cuidados, en la que todas y todos seamos corresponsables de cuidarnos. Cuidar implica mirar la realidad con otras lentes. Aceptar un reto económico y asumir que ‘no es un error la lentitud’. Pienso, en fin, en el cuidado de la memoria. Hay que completar las vitrinas de la democracia con el horror que llevó a que tuviéramos que reconquistarla. Y no fue cosa de un día.

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