Diario de León

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Han pasado 40 años desde que fui a votar por primera vez. Era octubre de 1982 y yo tenía 17 años pero la profesora de Historia nos informó de que si cumplíamos los 18 antes de marzo de 1983 —fecha prevista para los comicios— podríamos ejercer nuestro derecho por estar en el censo electoral. Así fue, aunque hasta que no entregué las papeletas para que el presidente de la mesa las depositara en las urnas, al Congreso y al Senado, no las tuve todas conmigo.

Me sentí como al colarme en una discoteca sin la edad. La democracia era una fiesta. Algo inusual en nuestra vida que había que degustar. Ahora que ya no me parece una fiesta, sino más bien un trámite, hay elecciones anticipadas en Castilla y León, por primera vez, con la pandemia de telón fondo, olvidada e ignorada. La idea de tratarla como endemia, una gripe más, la defendió la ministra de Sanidad en la Unión Europea.

Iré a votar con un recuerdo a Clara Campoamor. Ayer se cumplieron 134 años del nacimiento de esta mujer que dejó la escuela con diez años para ayudar en casa al fallecer su padre, contable en un periódico. Fue costurera, dependienta de comercio, auxiliar de Telégrafos, profesora de taquigrafía y mecanografía, traductora de francés, secretaria de director de periódico... articulista... y se licenció en Derecho con 36 años. Un carrerón que culminaría en las cortes constituyentes de 1931 con su célebre defensa del derecho al voto para las mujeres, contra viento y marea e incluso con los suyos en contra. Fue su pecado mortal, como tituló el libro en el que cuenta este episodio crucial para las españolas y España. Cuando avanzan las mujeres, avanza la sociedad. No es una guerra contra los hombres, salvo para quienes hacen la guerra a las mujeres. En esta campaña extraña en la que fulgurantes carreras políticas a La Moncloa se querían aventar con los aires de Castilla y León —que son aires bien distintos— las frías heladas pronosticadas por las cabañuelas han enfriado las ambiciones. En esta campaña en la que parecía que las ovejas habían sido incorporadas al censo electoral, he tenido la oportunidad de conocer un poco más el parlamento autonómico. De tomar medidas a la inmensa losa de machismo que acompaña su historia, incluso en tiempos de paridad. He visto y oído debates en los que se habló demasiado de la España vaciada y poco de las nueve provincias que componen la Comunidad y de los problemas que comparten o las separan. Se habló mucho hacia fuera y poco de dentro.

Hoy veremos qué parlamento autonómico dibujan las urnas. Va a ser significativo si el pulso de las provincias puede inclinar la balanza de los pactos poselectorales. Las nueve provincias olvidadas en la película de las elecciones anticipadas girando sobre un epicentro inexistente. Las actrices secundarias de una gala que reparte escaños en lugar de Goyas

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