Diario de León

Creado:

Actualizado:

Imprentora era la mujer de pueblo capaz de sacar adelante una empresa, una idea innovadora o  un cambio en su comunidad. Así me lo hacía entender mi madre cuando se refería a alguna de las vecinas o amigas que había liderado un episodio memorable.

La palabra suena con un eco entre inventora e impresora, un halo entre la acción y la impronta, la capacidad de dejar huella con la manera de actuar. Son las emprendedoras de toda la vida. Las abuelas, madres, tías, hermanas, vecinas, maestras... que nos enseñaron a encarar las limitaciones y contratiempos con imaginación.

Aquellas mujeres nos mostraron el camino para crecer e incluso para saltar las normas sin hacer de ello una batalla sangrienta. Eran sabias sin título universitario, pero con un máster de alta cualificación en la vida. Atesoraban los secretos de fogones y obradores, las habilidades de la aguja y los telares y la ciencia de andar por casa para hacer jabones, mermeladas, lomo de orza; por no hablar de los muchos remedios naturales para sanar y de la rica tradición oral. El filandón al que sacan lustre escritores y académicos.

Idearon recursos para solventar  las emergencias de los cuidados, como las ‘guaderías caseras’ para conciliar la crianza con la recogida de la espiga y todas las faenas que se acumulaban al llegar el verano cuando el verbo tenía sentido de pacificación más que de ser mujer multitarea. Fueron, en fin, las inventoras de los comedores escolares con pucheros comunitarios.

De aquella herencia olvidada por la sociedad se nutren muchos proyectos que hoy se ensalzan como piezas clave para dinamizar el tejido productivo y para salvar a los pueblos. Esas nuevas emprendedoras son las llamadas a repoblar la España vaciada, educar, cuidar y resistir los peores temporales. 

En los foros que abundan en torno al 8-M, y menos visibles a lo largo del año, se ven legiones de mujeres que se reinventan, vuelven a sus raíces con una formación excelente e intentan ser independientes mirando a la tierra y a las personas de sus territorios.

Pero cuando se trata de nombrar a las mujeres para que aporten su visión a los problemas, a los desafíos y al futuro en general de la provincia, una amnesia absoluta se apodera de las mentes gobernantes. Las alabadas ‘heroínas’ desaparecen de los espacios de toma de decisiones.

La Mesa por León, que se constituyó el pasado 3 de marzo, en el mes de la mujer, es un claro ejemplo de este olvido. Una mesa vacía de contenido y repleta de testosterona nos dio la viva imagen de lo que verdaderamente cuentan las mujeres. El 51% de la población tratada como una anécdota en el futuro de la provincia. Cuatro mujeres entre 25 componentes de la mesa que tiene que sacar del atolladero a León dan el pulso del machirulismo institucional y sindical que, paradójicamente, estos días nos quiere liberar del patriarcado opresor con manifiestos y banderas.

La buena noticia es que son muchas las voces que han sacado los colores al lamentable retrato de la familia provincial, autonómica y estatal reunida en torno a la gran mesa ovalada de la Subdelegación.

Ahora que muchas mujeres han logrado salir de la pobreza material e intelectual —aunque a nivel mundial la pobreza y la restricción en el acceso a la educación tienen nombre de mujer—; ahora que son ellas las que sacan las castañas del fuego de las crisis, resulta que aún están condenadas a la pobreza simbólica.

El concepto acuñado por Virginia Woolf en aquella memorable conferencia de 1929 en la Universidad de Oxford que acabó convertida en su libro Un cuarto propio, sigue en vigor. Y no se trata de que las mujeres se sientan marginadas o lo vivan como una afrenta.

No, el problema, señores y señoros, es que están condenando a la sociedad leonesa a la pobreza por no contar con el talento femenino y prescindir de las ‘imprentoras’ del siglo XXI. No hay excusas, haberlas, haylas, en todos los ámbitos económicos, sociales y políticos. Si no cuentan con las mujeres, si han venido a León a hacer el paripé para parar al leonesismo, si no traen proyectos, ustedes y la mesa,  que en su brillo refleja la falta de miras, están condenados al fracaso. 

tracking