Diario de León

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Todo el mundo lleva un cacique dentro. Sólo hace falta que la vida y las circunstancias nos den la oportunidad de sacarlo afuera. La pandemia y la llegada de las vacunas han puesto a prueba nuestro ilimitado egoísmo. Siento decirlo. Los arcoíris y las redes de apoyo ciudadano durante el confinamiento dieron alas a una esperanza quizá utópica, tal vez delirante. España, aparte de ser el país del ‘vuelva usted mañana’, que tan bien retrató Mariano José de Larra en el siglo XIX, es el territorio desavenido que es porque todo el mundo se afana en reclamar ‘lo mío’ inventando todo tipo de patrañas.

Antes el cacique estaba muy identificado y se dedicaba a grandes negocios y empresas. En el Museo de Madrid hay un mapa que recoge, provincia a provincia, a los principales caciques de España. Con retrato incluido. Una guía bien útil para los conseguidores de turno. Ahora se dispara sin mirar. La vacunación contra el covid-19 se ha convertido del ‘¿Qué hay de lo mío?’. Todo el mundo quiere ser el primero, prioritario y esencial. Hasta la agrupación de Abogados Jóvenes de León quiere hacer valer sus argumentos para ir por delante de los grupos de edad. Dicen que el turno de oficio se desarrolla en unas deficientes condiciones de higiene y seguridad. Habrá que remediarlo, ¿no?

Después de leer tantos comunicados y notas de prensa con la exigencia de ser vacunados antes, por tal o cual mérito o desgracia, es asombroso palpar y sentir el talante de las personas más mayores que estos días han ido a los centros de salud de la provincia a recibir su primera dosis de la vacuna. La población más vulnerable, después de las institucionalizadas en las residencias, camina como puede para poner el brazo e intentar pasar la última etapa de su vida con más tranquilidad que el último año que les ha tocado vivir encerrados en casa y en muchos casos sin apenas contacto con la familia. Ningún sindicato, agrupación ni asociación ha reclamado más celeridad para vacunar a esta población a la que tanto debemos y que tan a menudo olvidamos en la sociedad de la eterna juventud. Da lástima ver cómo se rasgan las vestiduras en nombre de colectivos de todo pelaje y condición. Caciques de nuevo cuño subidos a unas siglas que les hacen sentir poderosos y llenos de razón.

Es muy triste ver que, ante la escasez de vacunas, el ‘yo primero’ se abra paso a codazos en la cola. No es extraño. Los modelos políticos y económicos han funcionado bajo el gobierno de los conseguidores y la costumbre se ha hecho ley, pero de la selva.

No hay que olvidar que quien gana prebendas con favores, y no con justicia, acaba pagando con creces. El caso del rey emérito al que un ramillete de empresarios ha prestado 4,4 millones de euros para ‘arreglar’ su real deuda con el fisco es el ejemplo del camino de vuelta del ‘¿Qué hay de lo mío?.

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