Diario de León

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La semana pasada asistí al acto de graduación de 2º e Bachillerato en el IES Antonio García Bellido, mi instituto. Me entregaron, tras el largo año de la pandemia, un reconocimiento, el II Premio de la Concordia, que agradezco de todo corazón, porque del corazón y con corazón viene. Y de todo corazón les dirigí unas palabras de las que voy a rescatar una frase: «Tuve la suerte de pasar por este instituto (...) con toda la rebeldía que es propia de la edad (y que nunca deberíamos dejar que nos abandonara)».

Como estaba presente el alcalde de León, José Antonio Diez, aproveché para invitar a la clase política a pasarse más a menudo por los centros educativos para aprender de lo que se hace en la escuela, que no deja de ser una pequeña polis, y hacer partícipe a la población más joven de la toma de decisiones.

Lo que no sabía yo en ese momento, sumergida como ando en la información de la pandemia, es que nuestro regidor había cometido esa mañana uno de esos actos de rebeldía que raramente se observan en una clase política tan dócil como pretenden que sea la ciudadanía. 

El alcalde de León cumplió con su deber al exigirle al ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, que haga lo que tiene que hacer para que los trenes vuelvan a llegar a la estación de Matallana y una integración ferroviaria más digna para León. Y aún le podía haber pedido más. Lo normal de alcalde a ministro, aunque cause pavor en esta democracia de los dóciles. Lo normal, señor Ábalos. Lo preocupante es que nos vendan como un favor lo que es obligación, o como oferta lo que es foro, que de esto algo sabemos en León.

El alcalde actuó con lealtad a la ciudad con independencia de que haya estrategia política soterrada como el tren. Sus inclinaciones al leonesismo le están pasando factura en un PSOE en manos de la inercia. Después de varias visitas de ministras, ministros y directores de Paradores que no han ofrecido nada a León, que se pidan un par de cosillas se ha convertido en un escándalo a los pies de la muralla de León, por la que don Antonio García Bellido hizo mucho para que se valorara como monumento que es. 

Sin rebeldía el mundo no hubiera avanzado ni tendríamos hoy democracia, ni las mujeres votaríamos, ni la jornada de ocho horas sería lo normal, aunque parezca ya cosa extraordinaria... Las generaciones que han nacido con la democracia o el móvil bajo el brazo precisan también de rebeldía. Su deber es ser mejores que la generación anterior. Tienen un precioso viaje a Ítaca por delante. Y suya es la oportunidad de manejar el barco, marcar el rumbo y hacer otro mundo posible. Contra viento y marea.

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