Diario de León

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Cuando hace casi un año comenzó la guerra en Ucrania por la invasión rusa, desde muchos frentes se enfatizó la idea de que era una guerra necesaria y que incluso mujeres ucranianas se habían sumado a las tropas de combate para defender a su país en un intento de presentarlas como iguales ante una guerra ‘justa’.

Es un mensaje típicamente belicista. Casi un año después la guerra sigue, millones de personas han sido desplazadas de sus hogares, dentro y fuera de Ucrania y la guerra se recrudece como el invierno. La Unión Europea acaba de aprobar 3.500 millones de euros para reforzar el armamento de Ucrania, varios países preparan el envío de tanques Leopard-2 y España se propone llegar al 2% del PIB para gasto militar con un incremento del mismo del 26%.

La maquinaria está tan bien engrasada que sólo oímos bondades de lo necesaria que es esta guerra. La escritora y periodista Svletana Alexiévich, una de las pocas mujeres premio Nobel de Literatura, dedicó una de sus investigaciones más largas y difíciles a recoger testimonios de las mujeres rusas, ucranianas, bielorrusas... ciudadanas soviéticas todas ellas, casi un millón, que estuvieron en el frente durante la Segunda Guerra Mundial. Las muchachas del 41. No fueron solo auxiliares de enfermería u oficiales de transmisones; hubo francotirdoras, mecánicas de aviación, soldadas de infantería, de tropas de reconocimiento, organizaciones paramilitares clandestinas... criptógrafas, piloto, comandantes de artillería... Las mujeres pueden hacer todo lo que se propongan... sí. En tiempos de guerra, es más fácil que caigan barreras hasta entonces infranqueables. Los testimonios que Svletana Alexiévich recoge en La guerra no tiene rostro de mujer relatan la parte menos heroica de la guerra, el sufrimiento y los horrores que se ocultan detrás de la palabra victoria con la que se escribió la historia. La suciedad, el frío, el hambre y la violencia sexual se ocultaron de los libros que relataron la ‘gesta’ contra los nazis. Las muchachas del 41 fueron silenciadas, nadie las escuchó. Quizá porque, como dice la premio Nobel, «las mujeres, hablen de lo que hablen, siempre tienen presente la misma idea: la guerra es ante todo un asesinato y además un duro trabajo». Tras entrevistar a tantas mujeres que lucharon en el frente, sostiene que para las mujeres «es mucho más difícil matar».

Casi ochenta años después la guerra se sigue avivando con dinero y el engaño de una victoria. Igual que en cualquier época de la historia. Pero la única victoria es el triunfo de la deshumanización sobre el alma humana y la vida. En Ucrania o en Etiopía; en Siria o en Afganistán... Entre el ruido de los Leopard-2 se echan en falta el trabajo y las voces por la paz. Hay un silencio invernal que aterra en esta escalada bélica.

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