Diario de León

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Cuando voy a Babia, subo a Laciana, me sumerjo en Omaña o paseo por algún cordel merinero en Luna... me quedo fascinada por las hileras de piedra seca que cercan prados, colmenares, majadas, corrales, chorcos... Son obras imponentes, tiempo devanado piedra a piedra, mano a mano... que desafían al progreso desde el mismo embalse de Luna, que, cuando baja sus aguas, muestra las cortinas de piedra como triunfo de la memoria. Siempre hablamos de las grandezas de las catedrales y de cómo se pudieron afrontar tan magnas obras. Con dinero, sin duda. Y sudor de los obreros. El humilde patrimonio de los pueblos, de nuestros montes, riberas y llanuras, tiene un mérito añadido. Son el resultado de una gesta comunal, de hacenderas que, generación tras generación, se ocuparon de delimitar el territorio para los diferentes usos de aquellas economías de supervivencia. Y ahí siguen en pie, a veces desvaneciéndose bajo el musgo del tiempo o arrumbándose como el pasado que sostienen.

Ayer, escuchando a Vicente Larraga en el programa de Pepa Bueno, por prescripción médica, me venían a la cabeza estas piedras tan humildes como soberbia es su obra. El investigador del CSIC puso la piedra de la ciencia y de la cooperación para explicar cómo acabar con la pandemia. Uno, la vacuna no nos blinda como individuos, protege a la sociedad al dejar al virus sin capacidad para infectar; dos, no hay vacunas buenas ni malas: hay vacunas, muro científico contra la pandemia; tres, todas las vacunas han superado los controles de las agencias de medicamentos y están sometidas a farmacovigilancia; cuatro, las vacunas contra el covid han avanzado mucho en un tiempo récord por la gran cantidad de dinero público que, sumado a la inicativa privada, ha permitido trabajar día y noche a los equipos de investigación; cinco, todos los medicamentos pueden tener efectos adversos. Y seis, hay que facilitar la inmunidad a los países sin recursos.

La receta para salir de la pandemia está en el trabajo colectivo y en la solidaridad. Algo que nuestros antepasados entendieron muy bien y les permitió sobrevivir durante siglos. Frente al individualismo feroz, el egoísmo suicida y la ignorancia, necesitamos volver a entender el significado de las piedras. La Unesco quiere declarar patrimonio de la humanidad los muros de piedra seca comunes a siete países europeos. Hay que reivindicar esas hileras infinitas, pero también la sabiduría que atesoran, el impulso que las levantó, si queremos seguir siendo humanidad. La vacuna anticovid hay que declararla bien comunal frente a la voracidad de las farmacéuticas y gobiernos que aturden a la población con decisiones contradictorias y arbitrarias.

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