Diario de León

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Vuelven los rebaños, pero hoy es parada obligada Los Barrios de Luna. En la campa de la presa del embalse, que se abre al público solo para este día, se celebra la Fiesta del Pastor. Un tributo que el municipio luniego rinde a este oficio milenario, uno de los puntales del reino de León en lo económico, lo cultural y lo social.

Y también en lo geográfico y paisajístico. El diente de la oveja ha moldeado los ricos pastos que hoy son preciadas Reservas de la Biosfera y sus excrementos han abonado las tierras de labranza para dar mejores trigos por los siglos de los siglos.

El pastoreo, oficio tan denostado como desconocido, es un precedente ancestral de lo que hoy se llama pomposamente economía circular o sostenible. Si del cerdo dicen que se aprovechan hasta los andares, no se puede decir menos de la oveja. Incluso se puede decir mucho más. Estos animales, menos borregas que mucho del personal que vota o nos gobierna, saben muy bien lo que comen y cómo lo comen. Son de diente fino y curioso.

El deshoje de las viñas con ovejas no sólo es un método económico sino también ecológico en esta tarea imprescindible en el ciclo del cultivo de la vid para dar mayor calidad a los caldos.

De la ubre de la oveja, como de la cabra, salen exquisitos quesos prensados por cinchos y por manos sabias y casi siempre elaborados por las mujeres de la casa, pastoras de la prole y también del ganado. Pluriempleadas en la huerta y con la taja, con la aguja y en la trilla. Filanderas olvidadas entre tanto filandón de cuento.

Y ¡qué decir de la lana! Esos vellones que fueron patrón moneda y enriquecieron las arcas del reino de Castilla y León, donde ahora sus gobernantes quieren negar el pan y la sal a una provincia menguada, que se ve obligada a expulsar a la juventud a la diáspora como la mala gestión territorial echa de los cañadas, cordeles y veredas a los últimos rebaños trashumantes.

Y son carne. Suculento cordero —con permiso vegano— de asado y caldereta y machorra de cocido pobre. La oveja, en fin, da mucho juego. Ayer mismo rescaté de un cajón olvidado unas tabas, astrágalos de las patas traseras de los corderos que eran el videojuego en vivo y en directo, con sonido ambiente, de niños y niñas hasta que el televisor entró en las casas con las muñecas de Famosa y los Playmóbil alemanes.

Pero en un rebaño no lo es todo la oveja, ni siquiera el pastor. En el equipo pastoril, los perros tienen un papel fundamental para ahuyentar a lobos, aquedar y guiar al rebaño. Este año la Fiesta del Pastor de Los Barrios de Luna entrega el cayado y el zurrón de Pastor Mayor a Félix García Rodríguez, un hombre de acción, una persona humilde y el mejor amigo de los perros.

Particularmente del Carea Leonés, cuyo linaje ha contribuido a mantener con tanto ahínco como a defender el mastín leonés como reserva genética de los perros de ganado españoles, cuya fama contra el lobo ha traspasado fronteras en el siglo XXI como antaño el merino por la lana.

A Félix García, hijo de pastora, como yo lo soy de pastor, me corresponde hoy pasar el testigo de este título que con él ostentamos 46 personas —42 hombres y 4 mujeres, todo hay que decirlo— de diferentes ámbitos sociales, culturales y profesionales. Con orgullo y también con modestia ante los auténticos pastores. Los que bregan a diario con el clima tanto o menos como con la administración, y con su abandono mucho más que con el lobo.

Porque los buenos pastores trabajan con buenos, fieles, valientes e inteligentes perros. Y buenos pastores nos faltan, que no lobos disfrazados de corderos (el mismo Pedro Sánchez) tocando a rebato las campanas para formar gobierno con la oculta determinación de ir a elecciones.

Félix, Aqueda Carea, forma parte de ese reino de pastores por derecho propio. Y hoy entrará con todos los honores en la fiesta que el Ayuntamiento de Los Barrios de Luna mantiene con veneración y júbilo en el segundo domingo de septiembre en la que en 1978 ondearon las banderas de León izadas por aquella juventud de la izquierda leonesa que peleó por una autonomía para León. Hoy, la capital del reino está en Luna y el rey es Félix García, con sus mastines y careas.

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