Diario de León

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Ocurrió en las dos semanas más oscuras del año. Veía la luz de los días, tan cortos, a través de la ventana y los colores del aguayo boliviano de su cortina. La cabeza volaba. En realidad estaba muy quieta. Era el virus el que viajaba por el cuerpo. Sentía cristales en los pies, cemento en la cabeza, caballitos trotando sobre los hombros y un gran peso en la espalda y las piernas. Era el soroche del covid-19. En estos días oscuros hubo mucha luz. Hay personas que luchan meses en las ucis, hay quienes sufren la angustia de no poder respirar sin mascarilla de oxígeno en la soledad de una habitación del hospital. A diario damos el parte de las muertes como frías cifras.

Cada día ganado era una victoria. No solo mía. No habría sido posible sin la asistencia médica —que sentía lejana en un principio y ha sido cercana y eficaz en la última fase— y el apoyo familiar, la red social para la subsitencia en el confinamiento. Siento una inmensa gratitud. La comida, las bajas, los paseos de las perras, las palabras bálsamo... hasta pisar la nieve con la mirada en las fotos que llegaban a la otra ventana, la virtual.

Vuelve la luz con el solsticio de invierno y una vacuna que es «el principio del fin». En el CSIC, el equipo del doctor Enjuanes y la doctora Sola trabaja con medios precarios para sacar adelante la vacuna española. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha desarrollado mascarillas FFP2, test de anticuerpos de máxima fiabilidad... Tenemos mucho talento y mucha vocación luchando contra la pandemia. Se merecen inversión pública, estabilidad y mimo más allá del barro político y de dispendios como el hospital de pandemias de Madrid o la chapuza de las ‘casetas climatizadas’ que la Junta ha plantado en los centros de salud. La Atención Primaria sería un escudo más eficaz contra el virus si en lugar de recortes sin piedad se hubiera invertido en reforzar plantillas y adaptarlo a territorios rurales y urbanos.

Uruguay es un ejemplo. Este pequeño país dedica el 20% del PIB a la sanidad pública frente al 8,9% de España. El Gobierno de Luis Lacalle, conservador, ha respetado por ahora el legado de Pepe Mújica. Tiene la tasa de mortalidad más baja por covid —dos personas por 100.000— y su economía se ha resentido menos que la de sus vecinos gracias a la Atención Primaria, el Sistema Nacional de Cuidado y decisiones anticipadas a la llegada del virus. Un pequeño país nos ha dado una gran lección. El covid-19 marca una nueva era. Nunca vamos a volver a ser lo que éramos. Dejemos de engañarnos. Afrontemos un cambio que apueste por la humanidad y por el planeta. Vuelve la luz y hay que alimentarla con fuego. Con pasión y compasión.

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