Diario de León

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Cualquiera diría que están en peligro de extinción o que son de otro planeta. Lo que está claro es que no dejan indiferente a casi nadie y despiertan admiración e incluso cierta envidia. Son los centenarios, esas personas llenas de sabiduría y de años a quienes da gusto oir hablar porque ilustran más que muchos libros. Lo hemos visto hace bien poco en Saturnino, el leonés que acaba de cumplir un siglo y once años. Es el más longevo de la provincia y de España y escuchar las peripecias de su larga vida es mucho mejor y más divertido que seguir la serie de moda.

Porque en León escasean el trabajo y la juventud, pero al menos podemos presumir de centenarios. Gente mayor, auténtica, que no se rinde y que encarna la historia misma. Son tan especiales que hasta son dignos de estudio y hay hasta quien investiga de dónde procede la fórmula del envejecimiento perfecto. Porque no sólo viven muchos años, sino que además lo hacen subidos a un tractor, cuidando la huerta, llevando a las vacas de regreso a casa o echando la partida diaria. Y los que no, al menos tienen cientos de historias que contar, pero historias reales, de verdad, aunque ahora nos parezcan de ciencia ficción. Muchos pueden presumir de tener una salud de hierro y aunque los años no pasan sin dejar huella, ya quisiéramos algunos llegar a su edad como estan ellos.

Lo que muchos tienen en común es haber pasado buena parte de su vida en el campo, lejos de la contaminación, de las prisas y del Sálvame. Sin calefacción, ni wifi, con muchas cosas por hacer y pocas comodidades. Comiendo legumbres, pan del rico y de lo que da la tierra y pocas mandangas de las que hay ahora. Quién sabe, a lo mejor ahí reside el secreto de la longevidad porque dicen los estudiosos de los nonagenarios y los centenarios que, además, van poco al médico. «Cumplen muchos años, pero no es la cantidad, sino la calidad de estos años lo que marca la diferencia», explican. ¿Cuál es su secreto? Varios, pero dicen que una de las claves es la ausencia de estrés, uno de los males de este siglo que nos devora casi sin darnos cuenta. Si los sacas de su entorno se van haciendio pequeñitos hasta que desaparecen, las horas de sol marcan su ritmo diario y no tienen una ambición competitiva. Ellos si que saben.

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