Diario de León

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A mi lo de las protestas me saca de quicio. No por el hecho de protestar, que me parece un derecho fundamental que tenemos que ejercer como ciudadanos para no caer en el servilismo. Lo que me encabrita son las formas. Que digo yo que se puede hacer de muchas maneras, sin dar por saco a los demás, que ya bastante hay de lo que ocuparse para que tengamos también que pagar los destrozos de los desquiciados. Mejor guardar el dinero para lo que esté por venir. Sea lo que sea. El que quiera llamar la atención simplemente por llamarla, que lo haga para bien. Haciendo algo en beneficio de todos. Fíjense cómo se ha hablado de bien de los chicos de Logroño que se congregaron para recoger los destrozos de quienes habían puesto todo patas arriba. Y miren que hay cosas que hacer ahora mismo por el bien común. Infinidad.  

Cierto es que tengo la sensación de que nos estamos convirtiendo en una especie de marionetas a la espera de la siguiente orden a acometer. Nos dicen cuándo hay que salir, cuándo hay que entrar, cuándo toca aplaudir en el balcón y un sinfín de mandatos que poco o nada dejan a nuestra elección. No sé si es porque los de arriba no confían en nosotros o porque nos lo hemos ganado a base de años y años sin hacer mucho caso a las normas más básicas. 

Vivimos tiempos extraños, convulsos, todo está enrarecido. Y, si, es un problema mundial el que tenemos entre manos, pero veo a la clase política poco centrada en lo que importa a la gente. Lo que importa de verdad. Que sus discusiones y sus peleas nos traen sin cuidado, oigan. Que nos importa un pimiento lo que dice uno y contesta el otro, que se pierde y se queda en nada entre tantas cosas importantes que hay que hacer y que estamos dejando pasar un tiempo precioso para dedicarnos a lo que de verdad hace falta. 

Que si la ley de educación, que si el rosa es o no es de niñas, que si se suben de forma aberrante el sueldo... Pero, señores, que están ahí para hacer lo que les hemos encomendado y están dando ustedes, todos, una imagen penosa. Resultan ridículos a los ojos de la mayoría. Están demostrando que el traje que se han puesto para dirigir un país les queda muy grande. Nos lo han dejado meridianamente claro. Y eso también es dar por saco.

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