Diario de León

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A mi la nevada de este fin de semana en Madrid me tiene completamente alucinada. A pesar de haber pasado ya un par de días, no se me borran de la mente las imágenes de la capital absolutamente cubierta por un inusual manto blanco. Coches abandonados en medio de la calle cuyos conductores —supongo— salieron despavoridos ante la magnitud de la que estaba cayendo, arterias de la ciudad habitualmente presas de tráfico tomadas por gente disfrutando de la nieve, intrépidos esquiadores por cualquier rincón, paelleras a modo de trineos entre los más atrevidos y hasta baile con coreografía y guerra de bolas en la Puerta del Sol. La mayoría de la gente decidió disfrutar de ese desbarajuste que recuerda al Apocalipsis y eso convirtió a la caótica ciudad en un lugar bien distinto al que nos tiene acostumbrados. Aunque también hay historias escalofriantes, como las de quienes quedaron atrapados durante horas en las carreteras o en centros comerciales sin poder volver a casa.

Estaba avisado desde hacía días. Pero volvió a pasar. El surrealismo no sólo no se ha ido, sino que ha vuelto con más fuerza y quien sabe si la semana que viene tocará ovnis o qué nos deparará el destino.

Lo que está claro es que entre tanto que comentar se nos escapan los detalles. Quizás, sólo quizás, resulta que no han vuelto los inviernos como los de antes. No. A lo mejor es que Filomena ha sido una muestra más del cambio climático, que no trae solo calor, sino episodios climatológicos extremos como el que estamos viviendo estos días. Pero no parece preocuparnos demasiado. Puede ser que estemos, una vez más, ocupados en lo urgente, en lugar de con lo importante, que no es lo mismo aunque lo parezca. Somos muy de eso, de mirar para otro lado. Mientras abramos el grifo y salga agua a raudales, ¿A quién le importa el calentamiento global? Eso son gilipolleces de los ecologistas. Total, mientras nos dure el calorcito en cualquier época del año y podamos gozarla en la nieve, lo demás es secundario. Los glaciares quedan tan lejos y los océanos nos resultan tan abstractos que ya pensaremos en ello cuando toque, es decir, cuando ya no haya nada que hacer. Mientras tanto, a disfrutar mientras se pueda.

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