Diario de León

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Si bien es cierto que la sinceridad está sobrevalorada en algunos casos, también lo es que siento cierta debilidad por la gente sincera. Pero la sincera de corazón. No hablo de quienes resumen de decir las cosas a la cara pese a quien pese y sin tener en cuenta los sentimientos de los demás; que hay gente por ahí que no para de dar por saco con la excusa de que la falsedad no va con ellos. Yo hablo de quienes son capaces de decir las cosas como son en cualquier contexto, aunque no sea eso lo que se espera de ellos.

Desde luego que el panorama político da vergüenza ajena y no da la risa precisamente, pero, venga, ¿a quién no le hace gracia Igea? Yo no puedo evitarlo. Aunque me producen sopor y desazón a partes iguales los discursos de los políticos, es ver a Igea en una comparecencia y entrarme ganas de ponerme los cascos porque a buen seguro va a decir algo que, aunque no merezca la pena políticamente —como todo lo que se escucha en estos tiempos— sé que me va a sacar una sonrisa en algún momento a pesar de su característica voz pausada que invita más a echarse una siesta que a prestar atención.

Sus frases fuera de lo común se han convertido en habituales. «El día que deje este cargo será uno de los más felices de mi vida», espetó el otro día en plena rueda de prensa. Y no me extraña porque menudo marrón mandar en la Junta. También es cierto que podía habérselo pensado antes. Reivindica el vicepresente de la administración autonómica que «la política no puede ser una versión poligonera de House of cards’»—pese a que es tal cual lo de nuestra clase política a todos los niveles, desde mi pueblo hasta el Gobierno nacional— y que él ya no tiene edad «para dar un doble con tirabuzón y plancha hacia atrás» porque «yo no estoy aquí para ser agradable, no me presento a míster España». Y no lo es porque no recuerdo haberle visto sonreír ni para hacerse la foto de rigor, la verdad.

Pese a todo, me resulta simpático, si no fuera porque los políticos tienen que hacer aquello para lo que han venido, que es a optimizar los recusos, a hacer política, a atender las necesidades de los ciudadanos y a ejercer de nuestros representantes. Y eso nos ha quedado claro que no lo están haciendo. Ellos a lo suyo, que no tiene nada que ver con lo nuestro.

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