Diario de León

Creado:

Actualizado:

A mí las ciudades me resultan cada vez más inhóspitas. No sé si les pasa. Hace tiempo que dejaron de ser casi las únicas protagonistas en detrimento de los pueblos. Más cemento y menos verde. Y así nos ha ido. Hasta que llegó la pandemia y puso todo patas arriba. Muchas cosas para bien, aunque ahora nos cueste creerlo. Recuerdo cuando nos dejaron salir a pasear tras las semanas de encierro a las que nos obligó el virus. En aquel primer y pequeño recorrido me impactó el despertar de la naturaleza, cómo el color verde se había apoderado de los caminos, se había hecho dueño y señor de muchos rincones. Frondoso, exuberante. Se notaba que había estado muy bien sin nosotros. Mejor que nunca.

Fue entonces cuando muchos comenzaron a sentir la falta de oxígeno a la que nos somete la urbe. Y las ciudades parecen haber entrado en crisis. Por eso, por suerte, parece que se están convirtiendo en protagonistas de los nuevos cambios. Y menos mal porque falta hace. Queramos o no, las ciudades nos representan de alguna manera. Esa forma de vivir unos encima de otros, de aprovechar el espacio al máximo, de coches, de velocidad, de poco subir la mirada para ver el cielo porque apenas se ve y porque, además, hay que mirar al frente bajo el riesgo de chocar o caerte de bruces.

Así que, ante esta pasmosa realidad, queda claro (por lo menos a mí), que toca reinventarse también en este aspecto. Y es una tarea de todos. Muchas cosas ya no volverán a ser lo que eran, entre ellas nosotros mismos y por eso todos nos tenemos que adaptar: las ciudades a nosotros y nosotros a ellas.

Nos sentarán bien las calles peatonales por las que poder caminar, dejar el coche aparcado para acercarnos andando a la mayoría de los sitios, lo espacios verdes para oxigenarnos...

No les voy a engañar, a mí también me molesta tener que circular a 30 por la ciudad cuando voy en coche. Sobre todo porque la falta de costumbre hace que me olvide de la limitación la mayoría de las veces con el consiguiente riesgo de multa. Y también he sido crítica con la obra de Ordoño; no por su funcionalidad, sino por los excesos. Pero, seamos sinceros: nos viene bien si lo que queremos son ciudades más sostenibles y más acordes a la movilidad del presente y del futuro. Que así sea.

tracking