Diario de León

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Pondría la mano en el fuego a que les ha pasado alguna vez. Tienen una avería en casa (nada digno de protagonizar una película) y llaman al técnico en un intento de solucionar algo que no parece nada del otro mundo. Ya saben, cambiar un fusible, volver a conectar un cable que se ha salido de su sitio o colocar en su lugar una minúscula pieza que ya no da más de sí. La lavadora, el microondas, el cuadro de contadores o cualquiera de esas pequeñas cosas que nos hacen la vida más fácil. El argumento para una cinta de terror llega cuando hay que pagar la factura. Eso sí que da miedo. ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Pero qué he roto? ¿Una columna jónica de algún templo sagrado?

Así es. Les meten un viaje que no se lo creen por algo que, en un principio, parecía cosa de poco. Pero si quieren seguir contando con la inestimable ayuda de esos inventos no queda otra que aflojar el bolsillo y pagar a no ser que tengan a un manitas en su vida que, por desgracia, es probable que tampoco sepa absolutamente de todo porque es un manitas pero no es un ser superior. 

Y así, uno tras otro, vamos agachando la cabeza y pagando religiosamente por estas atenciones que, en muchos casos parece que hasta te están haciendo un favor poniéndote un tornillo donde hace falta. Que sí, que a ellos les pagan no sólo por poner el tornillo, sino sobre todo por saber dónde y cómo. El caso es que, sea como sea, es un abuso en toda regla. Te pasan una ‘receta’ astronómica por casi cualquier cosa que tengas que arreglar en casa y eso si tienes suerte y no ocurre en fin de semana, que entonces la ‘broma’ se complica.

Mientras esto (nos) pasa, las grandes compañías que lo gestionan, pero desde mucho más arriba, no paran de hacer caja y sumar beneficios un año tras otro.

Y uno se pregunta cómo es posible que, mientras la gente normal y corriente cada vez tiene menos poder adquisitivo, otros no paren de recaudar. Luego uno se pone a cavilar un poco se da cuenta de que todo encaja. Aquí el último de la cadena es el más pringado, el que tiene que pagar la cuenta.

El domingo se me estropeó la luz. Había que cambiar un fusible, algo que será sencillo para quien lo sepa hacer, supongo. Aunque estuve apunto de dar salida al problema lo antes posible y pagar los más de 100 euros que me pedían a cambio, le di un par de vueltas y acabé pagando seis por el mismo trabajo. Todo legal. Y todo muy loco.

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