Diario de León

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Es cierto. Sin mujeres no hay pueblos. Lo dijo ayer el presidente de la Diputación, Eduardo Morán, en la presentación del Día Internacional de la Mujer Rural que se celebra hoy.  Un tributo a todas aquellas que desarrollan su vida fuera de la ciudad, lejos de comodidades. No son muchas, es verdad, pero son suficientes para que se les rinda homenaje. Parecen invisibles, pero no lo son. Y a ello hay que contribuir. 

No ha sido fácil el camino hasta aquí y todavía menos en los pueblos. Aunque la cosa ha cambiado para bien, en algunos rincones todavía subyacen ecos del pasado. Un tiempo en el que la mujer era menos que el hombre y precisaba más esfuerzo para llegar a lo mismo. Y de eso no hace tanto porque, aunque no nos guste admitirlo, todavía sigue pasando. 

El asunto de la desigualdad de género escuece a según quién, pero a estas alturas creo que ha quedado claro que es una necesidad que hay que abordar si queremos seguir evolucionando. Hay mucho trabajo por hacer y muchos planos en los que seguir peleando y el mundo rural es uno de ellos. Y más en una provincia como esta, en la que la despoblación se ha convertido en un monstruo de enormes proporciones que sigue devorándolo todo y al que, al menos de momento, parece imposible derrotar. Los pueblos se quedan solos y la mujer puede ser un importante revulsivo para fijar población. 

Imagino a las agricultoras y ganaderas de antes.  La dureza del sector primario sigue siendo una realidad y lo demuestra la poca gente que se profesionaliza. Si a ello se añaden las reticencias hacia el género femenino, el resultado se complica. Pero las hay. Y van levantado la voz, poco a poco. Se les escucha, pero hace falta más.  Ya lo dice Asaja, que las agricultoras y ganaderas tienen que tener más presencia en los foros y no sólo cuando se habla de mujer. Hay que seguir hablando, si, pero también hay que actuar. Hacen falta medidas que hagan el día a día más fácil a quienes viven en los pueblos y a ellas, que son el pilar que sostiene el mundo rural.  No en vano, representan un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Pero da igual a lo que se dediquen, lo importante es que sigan y su voz se escuche estén donde estén.  Quizás en ellas esté la clave.

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