Diario de León

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Me resulta tremendamente soez. El presidente norteamericano se ha ganado a pulso ser uno de los personajes que más rechazo genera del mundo. Tiene esta facultad para decir las cosas de una forma tan desagradable que es imposible que pasen desapercibidas. Y lo sabe. Es de esas personas que no soportan el segundo plano ni la indiferencia de los demás. Claro que no ser el centro de atención es difícil si eres el presidente de los Estados Unidos. 

Antes de que dejase perplejo al mundo entero con su triunfo en las urnas contra todo pronóstico hace casi tres años, Donald Trump ya era todo un personaje que se caracterizaba por mear con frecuencia fuera del tiesto. No pasaba de excéntrico protagonista de reality shows hasta que decidió presentarse a las elecciones presidenciales. Las ganó y ahora todos tenemos que aguantar sus constantes salidas de tono y su extraño peluquín amarillo prácticamente a diario. Es algo así como convivir con el típico vecino que te resulta de lo más desagradable. Sabes que está ahí, pero intentas hacerle caso omiso no sin un gran esfuerzo por tu parte. Al final, nos acostumbramos a su desagradable presencia.

Pensaba en esto el domingo, cuando dijo, tras difundirse la noticia de la muerte del líder del Estado Islámico, Abu Bakr Al Bagdadi tras una operación militar estadounidense, que había muerto «como un perro, como un cobarde, gimoteando, llorando y gritando». Vaya por delante que se trata de una buena noticia para el mundo, pero esa forma de describir su muerte denota que goza con el sufrimiento ajeno. Al final, nos da igual cómo haya muerto, si riendo o gimoteando, el caso es que ya no está y eso es lo que importa.

Lo demás es secundario, pequeños detalles que constituyen una buena muestra de ese afán polémico que forma parte del ADN de Trump. Tiene fama de ignorante, xenófobo, racista y machista, entre otras cosas ¿Quién no recuerda alguna de sus polémicas frases en estos dos años y medio? Desde «Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos» hasta «Cuando eres una estrella puedes hacer cualquier cosa. Agarrarlas por el coño, lo que quieras».

Todo un multimillonario material con una pobreza espiritual extrema. El ejemplo a no seguir. 

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