Diario de León

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Pedro Sánchez exige a su partido valentía, coraje y determinación. El PSOE las necesita para seguirle, sin duda. Hay que tener mucho cuajo para cortejar a quienes hicieron realidad su investidura. Fíjense el nivel de confrontación con el que responde el triunvirato formado por Pere Aragonés, Oriol Junqueras y Gabriel Rufián a la distensión de Sánchez. Larga y discreta negociación lo llaman en La Moncloa. ¿Sobre qué? ¿El encaje, como sugiere el presidente? ¿O la ruptura, como aspira ERC?

Por hablar que no quede. Sin embargo, el punto de encuentro se antoja imposible. Aunque el sanchismo use el diálogo como burladero, no podrá aplazar infinitamente la cuestión de fondo. Esto es, los planes de los independentistas. El líder socialista ya recibió dos tazas de realidad en su entrevista con el mandatario catalán. Según su entorno, salió satisfecho del encuentro, pero la sonrisa se les borró a los colaboradores presidenciales al escuchar a Aragonés, anclado en la autodeterminación y la amnistía.

De ahí que de una misma cita saliesen dos versiones absolutamente contrapuestas. María Jesús Montero, con la visión de Sánchez en la mente, hizo funambulismo sobre un débil alambre ante unos españoles que cada vez ven peor lo que hace el Consejo de Ministros. La ministra  portavoz llegó hasta el  punto de escudarse en un “yo no estaba”. El Gobierno juega a la gallinita ciega de la mano del separatismo. En privado, algún ministro admite haber generado «unas expectativas tan grandes» que «la frustración será probable». Los recelos se multiplican a diario en el campo propio.

Por eso se ha retrasado a septiembre la Mesa de Diálogo. La cuestión pasa por intentar, a la desesperada, regar el secarral para ver si da algún fruto. Ganar tiempo. Minimizar los destrozos. En esa tarea se multiplican  los gestos. Desde el mismísimo Sánchez cogiendo el relevo a José Luis Ábalos en la deslegitimación del Tribunal de Cuentas, a Miquel Iceta abogando por un referéndum como el que recoge el artículo 92 de la Constitución.

Es hacerse trampas en el solitario. ¿Quién puede dudar de que un país sometido a consultar su integridad territorial es más inestable? En La Moncloa lo saben bien, aunque disimulen diciendo que se trata solamente de enviar «algún globo sonda» para ver la reacción de la otra parte y de la opinión pública. Pero las respuestas no pueden ser más ingratas para la imagen de Sánchez, que arrastra al socialismo hacia un agujero de las encuestas cada día más profundo.

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