Diario de León

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La coalición entre PSOE y UP echó a andar con la máxima de «dos partidos, un Gobierno». Su vocación era priorizar un programa definido en el Consejo de Ministros sobre las diferencias ideológicas de cada organización. Así, la legislatura arrancó con el reto de desarrollar una cultura de la cohabitación inédita en nuestra democracia.

La inestabilidad estaba servida desde el principio. A nadie, y en el fondo tampoco a Pedro Sánchez, se le ocurre esperar de un grupo radical de izquierdas decisiones orientadas a los intereses generales. Y además, el líder socialista ha sujetado también la gobernabilidad sobre fuerzas separatistas, cuya misión última en la vida es dar pasos firmes hacia la partición de España. Bajo esas coordenadas, el Gobierno pudo resultar matemáticamente viable, pero políticamente imposible.

Antes o después, por tanto, se acabaría llegando al agotamiento del maridaje. Si la opinión pública ha tardado en verlo con toda su crudeza, ha sido por la pandemia. Apenas cuatro meses después de su estreno, todo resultó secundario. «Todo». Para el Gabinete únicamente pudo existir un frente: la lucha contra el Covid-19. «Todo», arrastrando los pies, lo centró una crisis mayúscula y obviamente se llevó por delante cualquier programa de Sánchez cogido con alfileres con su entonces vicepresidente, Pablo Iglesias.

La emergencia mundial consiguió difuminar la debilidad de las costuras de la coalición. Pero, en realidad, lo único que se hacía era aplazar lo inevitable: que un Gobierno que ha nacido partido en dos llegase al punto de pretender normalizar su conflicto, con uno de los socios votando contra un proyecto refrendado por el conjunto de sus miembros en el Consejo de Ministros. Ocurrió por primera vez la semana pasada. Y, aun así, Sánchez puede permitírselo. Aunque esté en tiempo de descuento, desbordado, débil y sin capacidad de remontar, y las grietas evidencien la ruina de los enjuagues presidenciales.

Desde que logró aprobar los Presupuestos, maneja los tiempos. Hasta finales de 2023. Cosa distinta es que el PSOE le sobreviva. Porque él, para cuando pierda el poder, ya tiene en mente un futuro fuera. Su propio núcleo duro es consciente de sus ambiciones europeas. Pero, ¿qué será del Partido Socialista? Un dato: ya los hay, y cada día que pasa su número es mayor en el Gobierno y en su bancada de diputados, pensando en el post-sanchismo. El 19-J, la foto de las urnas en Andalucía puede ser tan demoledora para el socialismo que resulte insoportable.

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