Diario de León

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La combinación de dejación de funciones y errores de cálculo ha dado paso a toda una ducha de agua fría para Pedro Sánchez. Su inicial optimismo sobre las perspectivas de una movilidad normalizada en Semana Santa se ha ido marchitando. La virulencia de la pandemia lleva al Gobierno a la prudencia. No le queda otro remedio. Al mismo tiempo, la rebaja de las restricciones en alguna Comunidad, como Madrid, es sentida en La Moncloa como un arma arrojadiza. El equipo del presidente todo lo analiza en clave demoscópica, en vez de ver el intento de Isabel Díaz Ayuso como una manera, quizá la única, de aminorar la magnitud del drama económico. Porque la mayoría de los sectores viven un hundimiento hasta niveles desconocidos desde la guerra civil. Los negocios se ahogan y el ejecutivo pone parches mientras todas las cifras confirman que la tercera ola es mucho peor de lo previsto.

La palabra más usada por los fontaneros monclovitas es «espanto» aunque reine la consigna interna de evitar las declaraciones catastrofistas. Fernando Simón ha mencionado ya la «cuarta ola». La realidad paralela en la que vive Sánchez le lleva a confiar que se le allane el camino hasta que esta primavera se encuentre alguna salida con la campaña de vacunación, acompañada del maná europeo en forma de fondos que ha convertido la presidencia del Gobierno en una suerte de ventanilla donde se van concentrando legiones de empresarios y toda suerte de conseguidores. Medio centenar de visitas diarias llegan a atribuir de media al jefe de gabinete, Iván Redondo. ¿Quién puede discutirle su poder absoluto?

Sin embargo, el español de a pie el futuro lo pinta oscuro. Para quien no ha perdido su puesto de trabajo, la posibilidad de perderlo está muy presente. La incertidumbre y el pesimismo se han instalado en los hogares. A ese horizonte se asoma con vértigo un Gobierno incapaz de ocultar su prevención ante las consecuencias de otras cepas del virus con mayor poder de transmisión de los contagios. Sanidad se retuerce estos días antes de aconsejar desprenderse de las mascarillas de tela para normalizar el uso de las diseñadas por el CSIC con viricida, superiores incluso a las FFP2, que ya son las usadas por más de la mitad de los ministros. Desde luego, no es una imagen tranquilizadora. Vendrán más bandazos. Porque la realidad es tozuda. Pese a todo, el entorno presidencial, aunque cada vez con más vacilaciones, sigue insistiendo en que su objetivo es una inmunidad del 70% de la población este verano.

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