Diario de León

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«Si lloras por las esquinas, estás muerto». Esta frase, pronunciada por un barón del PSOE, se repite estos días con mucha frecuencia en los diagnósticos que se formulan en la sede de Ferraz. Sin embargo, unas elecciones siempre representan la prueba del algodón para el estado de unas siglas y de sus liderazgos. No sacar lecciones de lo que va a pasar el próximo domingo sería un error para cualquiera, y especialmente para los derrotados.

Quien no sea capaz de hacerse la autocrítica obligará a los electores a hacérsela de nuevo. A Pedro Sánchez, sus propios votantes llevan tiempo lanzándole avisos. Primero fue Isabel Díaz Ayuso en Madrid, le siguió Alfonso Fernández Mañueco desde Castilla y León y la historia se va a repetir a lo grande con Juanma Moreno en Andalucía.

Ya les anticipo, Sánchez ha adoctrinado a sus barones para negar que la comunidad autónoma andaluza sea un laboratorio extrapolable al resto de España, porque las generales llegarán solo cuando todos ellos, o eso quieren creer, hayan conservado el poder en sus respectivos territorios. Así pues, quien se mueva no sale en la foto. Aunque puede ser que las fotografías salgan tan movidas que resulten irreconocibles. Por ese camino va el socialismo.

A medida que se acerca la hora de la verdad, el argumentario oficial pasa por atribuir el revés a una suerte de «tormenta perfecta» en favor de un presidente de la Junta de Andalucía del PP capaz de recorrer en volandas la campaña. Hasta «la calor» se ha convertido en un parapeto socialista ante las dificultades para llegar al electorado. Así formulan su huida hacia adelante un Partido Socialista andaluz en serias dificultades y un candidato incapaz de hacerse con los mandos de la organización. Nadie puede decir que Juan Espadas mueva masas, ciertamente. Pero, como susurra su entorno, «haga lo que haga, lleva el viento en contra».

Nada ha impedido a Sánchez, siguiendo sus usos y costumbres, incluso dar la espantada y borrarse de un acto de partido en Huelva este jueves, para bajarse ya únicamente a mitinear en el cierre de la contienda del viernes en Sevilla. Sorprende, o quizá no tanto, la miopía de esos voceros de Ferraz de todo a un euro que se esfuerzan en negar la realidad que va a suponerles su hundimiento en un bastión que siempre había sido la joya de la corona. Porque, pese a toda suerte de coartadas que desplieguen los guionistas del presidente, este 19-J una debacle imposible de edulcorar desencadenará movimientos sísmicos en el sanchismo.

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