Diario de León

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El llamado Gobierno de refresco ya camina. Pedro Sánchez ha conseguido enganchar a propios y extraños con su escabechina en el Consejo de Ministros. La próxima estación será en octubre, donde muchos esperan un tsunami para el PSOE en su 40º Congreso. Está por ver el reparto de cargos que salga del cónclave, pero la convicción es que la «renovación va a ser de órdago». Sánchez desea mandar el recado de que en sus siglas hay banquillo. Abróchense el cinturón los mandatarios socialistas que la ola viene de frente. La teatralidad es la divisa del sanchismo.

El partido que surja de la cita otoñal en Valencia va a seguir siendo de autor. De Sánchez. A imagen y medida de su liderazgo. Llámese cesarismo o pedrismo , es igual. De él y para él. Y, a decir de sus más cercanos, viene dedicándole mucho tiempo a diseñar el proyecto para afrontar el final de la legislatura. La situación actual del PSOE es un auténtico vía crucis. A más de uno el verano se le va hacer muy largo. Para darse cuenta, basta ver el despiadado trato con el que también se ha despachado de la Secretaría de Organización del partido a José Luis Ábalos, a quien sus compañeros —para qué andarse con disimulos— hicieron el vacío en su adiós del Ministerio de Transportes.

«Ábalos ha pagado el desgaste», excusan desde Ferraz. Parece que se enteró el mismo sábado de una remodelación gubernamental a la que ni siquiera fue invitado. Insólito, para el número tres del partido. Esto muestra a las claras los usos y costumbres de Pedro Sánchez. Un frío killer . Sin duda el presidente podía haber dado una salida digna a «uno de los suyos», pero, según dice su entorno, «está ocupado en otras cosas». A su amigo Ábalos lo ha dejado a la intemperie. Para nada sirvió al político valenciano entrelazar tantas veces el puño en alto con Sánchez, ambos con camisa blanca y pantalones vaqueros, cuando se trataba de ganar a Susana Díaz en las primarias a la Secretaría General del PSOE.

Mientras tanto, en la acera de enfrente, en el PP, se entretienen más hablando de otro caído, Iván Redondo. Se destaca que desea escribir las memorias de su estancia en La Moncloa. Supongo explicará si reclamó al presidente el Ministerio de la Presidencia en pago a sus servicios. Y, aprovechando que el Huécar pasa por Cuenca, la pelea con buena parte de la cúpula socialista, asustada de los tejemanejes con los fondos europeos en el despacho del jefe de gabinete del presidente. A Redondo demasiada gente le sigue teniendo ganas.

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