Diario de León

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Pedro Sánchez niega ser un «pato cojo», como se llama en la opinión pública de Estados Unidos al presidente que encara el final de su último mandato. La percepción de esa cojera, de vivir en una cuenta atrás, ha tomado un inusitado impulso ante el desembarco al frente del PP de Alberto Núñez Feijóo, afianzado por el rotundo éxito de Juanma Moreno en las elecciones andaluzas. Quienes pertenecen al círculo de confianza de Sánchez proclaman su intención de ser candidato en las generales de 2023, aunque hay algunos cercanos que admiten haberle oído pensar ya en un futuro en Europa.

Esa apreciación presidencial sobre el «día de después» de dejar La Moncloa suele basarse en parámetros como el desgaste o el agotamiento. La realidad arroja en los últimos años un retroceso continuado del PSOE en cada contienda electoral, y Sánchez ya es superado ampliamente por Feijóo en intención de voto. El mismo CIS, en manos del militante socialista José Félix Tezanos, ha llegado a certificar en Andalucía un trasvase de sufragios del PSOE al PP del 17,5%. Unos datos ante los que no son inmunes ni el secretario general socialista ni su núcleo duro. Todo lo contrario. La preocupación por la imagen del líder está siendo una constante en la sala de máquinas del Partido Socialista. Los ciudadanos niegan credibilidad al propio presidente del Gobierno. Palabras mayores.

Esta impresión alcanza a las estructuras medias del partido, donde lamentan la inacción de sus dirigentes ante la erosión de quien maneja el timón. «No todo puede ser reclamar pedagogía y esperar a que vengan las buenas noticias», advierten contra la sede presidencial y Ferraz. Para uno de esos cargos intermedios, «sería un error imperdonable». «Nos la jugamos todos», admiten en conversaciones informales. Qué duda cabe de que Sánchez ha llegado al anhelado debate del Estado de la Nación, siete años después del último, en su peor momento político y ante un inquietante panorama económico. Y tales circunstancias son el resultado de una mala gestión. Pero sabido es que decir esto, a ojos de quienes dirigen los Consejos de Ministros, es predicar en el desierto.

El hecho es que, a ojos de los españoles, Pedro Sánchez evidencia tener fecha de caducidad. Es literalmente el síndrome de «pato cojo», por más que su bancada le jalee con ahínco. Ese PSOE que aplaude fervientemente viene siendo un hervidero sobre la dañada figura de su jefe de filas.

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