Diario de León

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Si en la planta noble de la todavía sede nacional del PP quieren entender lo sucedido hace ahora 25 años con la llegada al poder de José María Aznar, deben comenzar asumiendo que aquel triunfo fue posible gracias a una necesidad de alternancia. Aznar concentró en sus siglas a todo el centroderecha, pero también numerosas ilusiones que suspiraban por el cambio. Esto último debería ser considerado como todo un baño de realidad por la actual cúpula popular, obsesionada con agrandar su espacio electoral anteponiendo la opa a Cs a un proyecto que tiene demasiadas lagunas hoy y muestra una llamativa incapacidad para conectar con amplias capas sociales. En román paladino: empiezan la casa por el tejado.

No es fácil para Pablo Casado gestionar la tarea que tiene entre manos. Se trata de devolver a sus siglas el Gobierno. Y es indudable que la división de su amplio espectro ideológico en cuatro partes (PP, Vox, abstención y Cs) impide la alternativa. Sin embargo, se está forzando demasiado la máquina. Porque 1+1, al menos en política, casi nunca son 2. Teodoro García Egea, enorme arquitecto de sueños, cree haber hallado en antiguos cargos naranjas, el grueso de quienes acompañaron a Albert Rivera en su trayectoria pública, los cimientos para lanzar una nueva formación al estilo del En Marche que catapultó al Elíseo parisino a Emmanuel Macron. El éxito de la operación pasaría por enterrar al Partido Popular para presentar un nuevo partido sin lastres. Por cierto, ¿alguien ha explicado en Génova 13 que ahora mismo, pese a la alargada y pesada cortina mediática de la corrupción, la marca PP se sitúa sólida en los sondeos por encima de Casado?

De ahí que el invento tenga todos los visos de ser un castillo construido en el aire. Me cuentan que el presidente del PP tiembla solo con pensar pisar tal terreno. Aunque deja que su secretario general lo explore. Lo último que necesita Casado es pasar a la historia como el líder que echó la persiana a unas siglas que han dado al país los mejores años de prosperidad y bienestar ciudadano. Además, tal plan es el más puro reconocimiento de la incapacidad de ganar, pese a tener enfrente a mandatarios tan inconsistentes como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Eso sí debería meditarlo. Sería una buena reflexión, sin duda. Y mejor todavía si la acompaña atrayendo un equipo con ideas para dar esperanza a millones de españoles que cuando lleguen los momentos de la verdad tengan la personalidad suficiente para evitar más errores de bulto.

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