Diario de León

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Definen propios y ajenos a Pedro Sánchez por su obstinación. Marcado el rumbo, ha estado decidido a ir a las urnas en Cataluña el 14 de febrero. Satélites suyos han logrado, al menos de momento, que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña mantenga la convocatoria según lo previsto dejando sin efecto el retraso de la cita hasta el 30 de mayo. En La Moncloa lo han celebrado en las últimas horas, habiéndose guardado Sánchez en la bocamanga la arriesgada opción —me consta— de ser el Gobierno quien motu proprio recurriese el proceso abierto. No podía permitirse el presidente en ningún caso tener a sus filas sumergidas en el desconcierto, la perplejidad y el hondo malestar del golpe del aplazamiento cuatro meses de las elecciones.

El contratiempo resultó mayúsculo. Hasta el giro de guion judicial de este martes, se aparecían incapaces de cuantificar los daños. Tampoco cómo mitigarlos. El estupor recorría las terminales vitales del socialismo, una sensación de la que en La Moncloa han sido absolutamente conscientes. «Era inconcebible pensar que las demás fuerzas iban a quedarse de brazos cruzados ante nuestro movimiento estratégico de situar a Salvador Illa como candidato», me resumía un alto cargo. El hecho cierto es que a lo largo de toda la pasada semana Sánchez vio tambalearse su operación, lo que le llevó a tocar varias teclas, incluida la de intentar retener a ERC en la fecha del 14-F. Colaboradores del presidente expresaban: «¡Esquerra nos tiene de los nervios!» A partir de ahí, se llamó con insistencia a la puerta de Pere Aragonés buscando un pacto entre bambalinas. Pero la puerta no se abrió. Al contrario. Buscando achicar aguas, el PSC lanzó la propuesta de un retraso de los comicios al 14 o el 21 de marzo con el argumento de sortear «una eventual cuarta ola de la pandemia» tras la Semana Santa. De perdidos al río.

El nuevo giro de los acontecimientos representa un balón de oxígeno para el candidato que había aparcado gran parte de sus funciones como titular de Sanidad. Apenas se dejaba ya ver por su despacho ministerial en el madrileño Paseo del Prado. Trabajaba desde Barcelona. Tanto desde la sede central del PSC como desde la Delegación del Gobierno, que volvió a emplear el pasado fin de semana después de reunirse por videoconferencia con el equipo técnico del covid-19. La realidad reparte a veces raciones de humildad en grandes dosis. Sánchez por ahora la ha sorteado. Veremos lo que definitivamente sancionan los tribunales.

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