Diario de León

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Tengo la impresión de que se está disparando el aspirantazgo a los Bienes de Interés Cultural o BIC. La cantidad no llega al nivel de alarma, si se compara con el número de miembros del gobierno, pero últimamente todo el mundo aspira a alguna figura de declaración protectora para las peculiaridades de lo que hay en su pueblo. Ese afán, creo que loable, al menos mientras se mantenga dentro de los límites del amor a la patria chica, sirve para preservar de cara al futuro monumentos, tradiciones y patrimonio inmaterial que acaso de otra forma se perdería por los desaguaderos de esta historia acelerada y frenética que vivimos. A uno, todo lo que sea conservar, de mano le parece bien. De tirar a la basura siempre hay tiempo. Mientras haya trasteros y desvanes…

Lo que habría que ver, porque tampoco es cuestión de embarullar las cosas o de sobrecargar a los funcionarios que se encargan de valorar las peticiones, es si todo lo que sea único o escaso, por el hecho de serlo, merece ser conservado. Un poco de coherencia, vamos. O de contención. Los antitaurinos, por ejemplo, son un endemismo patrio, que nada más se da en España, completamente ausente del resto de Europa. Hay antitaurinos porque hay tauromaquia, pero no sé si sería adecuado tramitar una declaración de Bien de Interés Cultural para ellos. Más que nada porque el antitaurino, en realidad, está deseando dejar de serlo, como casi todos los «antis»: su felicidad sería no tener que oponerse a la lidia, porque no existiera, como la de otros puede ser el separatismo, el fascismo o el Coyote que persigue al Correcaminos, esa metáfora del cazador al que los ecologistas aún no han declarado enemigo público.

Es una reacción natural ponerse de parte de cualquier víctima, siempre que no se sea un malnacido, pero ese noble sentimiento últimamente está mutando hacia una variante mucho menos sensata: la defensa de lo escaso, por el mero hecho de serlo, como si todo fuese merecedor de ser salvado. Cuántas cosas fueron en el mundo y ahora ya no son ni se guarda memoria de ellas. Y con razón. Contemporáneos de la bicicleta como método de locomoción lo son el crecepelo milagroso, las sangrías con babosas y la trata de esclavos. No queda nada de todo ello, salvo que consideremos a la nueva pasión turca como una evolución del crecepelo y al patinete eléctrico un vehículo con pedales.

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