Diario de León

Antonio Manilla

Casas de empeño

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Al menos en mi barrio, uno de los presuntos «agraciados», el único cambio desde que nos adjudicaron los fondos Edusi ha sido que hemos pasado de ver publicidad del «Compro oro» a la de «Empeños: el primer mes es gratis». No viene uno a ironizar sobre la falta de iniciativas del ayuntamiento, sino a certificar que a los parabrisas de los coches aparcados y a los buzones ha llegado el resucitado «Monte de Piedad» de la posguerra. No hay mejor aviso de que estamos en la antesala del hambre.

Puede parecer una anécdota, ojalá, pero quizá no lo sea. En la vida social, como en la biología, el órgano lo crea la necesidad y si, ahora mismo, la nunca bastante ponderada «emprendeduría» privada ve negocio en competir con la banca es porque ha barruntado en el aire que vienen tiempos de necesidades extremas. Cuando ya no quedan objetos lujosos que vender, se pueden empeñar los corrientes para salir de un mal trago, cualquier cosa antes que catar la pobreza o echarse en brazos de la delincuencia. Con los discursos políticos repletos de palabrería vacua sobre ayudas que si llegan lo hacen tarde, mal y nunca, olvidamos lo esencial: que algunos pueden apretarse el cinturón algún tiempo, pero nadie puede apretarse el cinturón todo el tiempo.

Con el sustancioso agravante del coronavirus, la crisis económica que parecía imposible que empeorase, lo hizo: del submileurismo pasamos a la subsistencia pura y dura para muchos, que eso es lo que indica el auge de las casas de empeños. Para quienes por edad ya no sepan siquiera en qué consisten estos, recordemos que son préstamos monetarios a prenda, su garantía es un bien y, en caso de no lograr devolverlo en el plazo fijado, ese bien se pierde y sale a subasta. Como en todo lo que está presidido por el espíritu del dinero, digamos que en su principio está el trueque y que la confianza lo mismo puede ser una fortaleza que una debilidad. No sabe uno si es que ya no quedan nóminas con que avalar créditos o que los bancos tienen demasiado cerrado el puño y aspiran a vivir tan solo de las comisiones que aplican por dejarles nuestros ahorros en depósito, aunque los tipos de interés estén por los subsuelos. Lo que es seguro es que perder el coche, el televisor o el móvil por un impago no sale en las estadísticas del ine.

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