Diario de León

Antonio Manilla

La ciudad de servicios

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Acomodar una ciudad para el turismo es prepararla para que las visitas pasen un buen rato en ella y se lleven un grato recuerdo que atraiga a más visitantes a venir a pasar buenos ratos. La ciudad como prostíbulo —que nadie se rasgue las vestiduras, que sin literatura ninguna España ocupa el tercer puesto en el ránking mundial del turismo sexual— o parque de atracciones, como lugar de «esparcimiento», es el modelo en el que una gran mayoría del occidente desindustrializado, sin visos de generar empleo, se ha echado a los brazos, entregándose sin ningún rebozo al urbanismo como espectáculo y al sector servicios como salvador de la economía.

Las urbes más rumbosas erigen edificios singulares que atraigan al turista de alta gama y las menos agraciadas lo mismo acogen despedidas de soltero que embadurnan una calzada con miles de litros de pintura fosforescente y monolitos interactivos. Por cierto, al hilo de esto, después de lo de Ordoño a ver cómo se persigue a los grafiteros que empuercan las paredes: si el propio ayuntamiento ha perpetrado el grafiti horizontal mayor de Europa, qué autoridad moral puede esgrimir a partir de ahora, en fin. Lo mismo, después de los memes, la gente acaba haciéndose selfis y la próxima Navidad se graba aquí el anuncio de los elfos, porque la calle ya se antoja un escenario lo bastante psicotrópico.

El destino de geriátrico hacia el que se encamina Europa entera parece difícil que no se cumpla. En un par de generaciones, seremos un continente de jubilados y los países del sur estamos mejor preparados, gracias al sol, para convertirnos en suite de la tercera edad. En esa perspectiva, creo yo, se está trabajando, aunque no se diga desde ninguno de los múltiples gobiernos que gestionan el futuro del ciudadano. Desde luego, los planes de industrialización o de producción de materias primas brillan por su ausencia. Asumido el porvenir de ser la mejor Cuba que se puede hallar en el viejo continente, se actúa en consecuencia y según las capacidades. Así, al menos, se entienden algunas iniciativas: porque, con ser caro, resulta más barato peatonalizar avenidas que levantar polígonos industriales, bajando impuestos para fomentar la implantación de empresas, que son de las pocas cosas que puede realizar un ayuntamiento para atraer empleo. Un aplauso, por cierto, en potencia, para ese primer paso ya anunciado y que a ver si.

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