Diario de León

Antonio Manilla

El español precongelado

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No hay españoles de serie. Las maneras de ser español son tantas que casi dentro de cada uno hay una distinta. Una cosa semejante, uno la ha visualizado en Nápoles con los rostros: las caras de los napolitanos no es que sean imposibles de homologar a Europa, es que no hay manera de conciliarlas consigo mismas. Pues eso ocurre aquí con el carácter. Uno no comprende por qué nos permiten estar en la comunidad, salvo que sea por si acaso: no vaya a ser que Europa efectivamente termine en los Pirineos pero resulte que empieza en Gibraltar, con cuna y capital en Atapuerca. Algo así tiene que ser, viendo cómo nos miran por el extranjero, girando la cabeza y diciendo entre dientes: cosas de españoles... Pero, luego, en casa, la verdad es que somos tan diversos que casi se diría que no existiera lo español. Al menos, no algo canónico, estándar, medio. Va uno a compulsar su españolía al organismo impertinente al caso y lo mismo le cuentan un chiste de vascos o andaluces que se va para casa con el certificado de haberse constituido como comunidad autónoma unipersonal, cualquier cosa antes que la admisión de ser un español de libro. Y es que ser español es como una separación matrimonial del Tribunal de Rota: resulta muy caro y está al alcance de muy pocos, más allá de lo que cuesta, porque para empezar hay que creer y descreer al mismo tiempo.

Todos los españoles somos de artesanía. Con cierto aire de familia, pero jamás iguales. Muchas veces me he preguntado en qué se sostiene la Marca España, cuál será el criterio en que se basa, porque en los españoles, desde luego, no. Un poco lo mismo ocurre con la nación, que casi siempre se ha erguido contra algo, contra alguien o contra todo. Y todavía hay quien se extraña de que existan diecisiete autonomías.

Personalmente, creo en la teoría que sostiene un viejo amigo: lo que nos unió como compatriotas durante el dilatado siglo XX fueron tres cosas: la mili, el fútbol y El Corte Inglés. La mili ya no existe, el fútbol lo emiten canales privados y en El Corte Inglés los dueños andan a la greña. Si en el siglo que vivimos nos atomizamos en micronaciones, va a resultar difícil conciliar tanta diversidad de personalidades. Salvo que a alguien le dé por inventar el español precongelado.

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