Diario de León

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Estamos a un paso de eso tan belga que es pensar en red. En público y en grupo. O de que piensen por nosotros. Pásmese: al menos la mitad de los contenidos que aparecen en internet ya son producidos por robots. Si no fuera por esas oleadas de indignación e insultos por cualquier asunto que de cuando en cuando invaden las redes o los foros, el porcentaje sería mucho más alto. Al final, leer libros acabará convirtiéndose en la única manera de saber qué piensan y sienten los humanos que no están gritándose por una aplicación del móvil: los que reflexionan, levantan espacios imaginarios o intentan atrapar en el lazo de un verso una música nueva. No tengo nada contra nuestros futuros congéneres de silicio. Simplemente, igual que hay quien sostiene que no le gusta comer cosas que no tengan cara, a uno le disgusta leer textos producidos por cosas que no duermen ni descansan, aparatos que ni se deprimen ni se alegran por nada. Una tristura. Hablando de literatura, me declaro firmemente carnívoro.

El primer «poema» compuesto por un ordenador comenzaba así: «Yunques ahumados, sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos». No está mal del todo: cosas mucho peores ha oído uno en algún micro abierto. Hoy ya existe un programa que incluso hace guiones. Y los proveedores de contenidos escrutan los gustos de sus abonados para hacer que la siguiente serie que produzcan sea del gusto de la mayoría. Por el «mainstream» hacia la uniformidad, como antes íbamos por la patria hacia Dios. En Cuba, afirmaba Cabrera Infante que alguna de sus novelas, perseguida por el régimen, se la habían aprendido de memoria entre un conjunto de personas y que iban contándola por las casas. Aquello era una forma de resistencia activa, de saltarse la censura de la dictadura castrista, que era una dictadura del antiguo régimen, ahora todo es algo más sutil y solapado.

La resistencia, hoy, no consiste en militar en alguna ruidosa organización antisistema, es mucho más simple. Consiste en leer. En realidad, siempre ha sido así, pero ahora más que nunca, cuando nos asedian los productos predirigidos y predigeridos para un mejor consumo. Cuando estamos rodeados de clones y pensamiento en red, quizá un periódico como este mismo tendría que pensarse unir a su mancheta el aviso de que está realizado por personas, seres que aciertan o se equivocan, pero que escriben ellos mismos.

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