Diario de León

Antonio Manilla

León y las estatuas

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¿Sólo me parecen artificiales a mí algunos de los espacios modernos de León? Por artificial entiendo faltos de vida vivida naturalmente, espacios recreados o concebidos sin pulso ciudadano, detrás de los cuales no hay un corazón latiendo que los riegue, como en gran parte de ese arte contemporáneo que ha perdido las venas y todo lo que bombea se esparce y estanca. Puedo estar pensando en la plaza del Hostal de San Marcos, por ejemplo, pero en realidad traigo a colación esta pregunta al hilo de las esculturas que con intención recreativa el ayuntamiento ha sacado a la calle vestida de Municipalia. Sólo le falta ya una piscina de bolas de plástico para que los leoneses se lancen a celebrar allí los cumpleaños de sus pequeños.

El asunto de León y las estatuas no es nuevo y para gustos se hicieron los colores, sostienen los amigos del refranero. Después de regar la ciudad de apologías feudales de la monarquía medieval leonesa hasta crear una especie de bulevar de los sueños rotos, se produjo una reacción espontánea y popular que sembró nocturnamente de clandestinas piezas escatológicas algunos rincones señalados: unos palillos defecando y la representación ecuestre del dibujo más reproducido en las puertas de los servicios de las estaciones de autobuses, que se apresuraron a retirar los servicios municipales sin duda por su condición rampante. Seguramente algo querían decir los anónimos artistas, por la quizá demasiado expedita vía de la sugerencia, a la concejalía de cultura sobre las últimas adquisiciones escultóricas oficiales realizadas para las calles. Todas ellas eran homenajes seculares, la más joven conmemorando hechos con una solera de más de cinco siglos. Uno se preguntó entonces en este mismo lugar si sería que esta tierra nuestra no ha dado en la historia reciente gentes merecedoras de una talla o un homenaje algo menos rancio, si no habría algún candidato a hacerle un busto que no llevara un par de siglos criando malvas.

El inventario de bienes muebles de valor histórico artístico crece cada poco y eso está bien, porque el déficit de la ciudad viene de antiguo, si no fuera porque también se concentra casi siempre en los mismos sitios. Un poquito de dispersión, que el aire nuevo del arte llegara a las barriadas, evitando la saturación del centro, que se ahoga entre tanto mobiliario urbano de diseño como le están poniendo, no estaría de más.

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