Diario de León

Antonio Manilla

Peligros al volante

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No sé si les habrá pasado, pero a mí sí. Así que voy a precaverles de los peligros que tienen algunas de las innovaciones aplicadas a la conducción de vehículos, para que mi ejemplo valga de advertencia y ejemplo, aunque sea por omisión. Y es que uno tampoco está dentro de la media de atención al volante como para ponerse de escaparate: una vez que iba al Levante vi anunciado Valencia y terminé en esa avenida de Vallecas que en mala hora a alguien se le ocurrió poner en el término municipal madrileño del Valle del Kas de Ramoncín. Sirva de atenuante que era de noche y en la radio iba sonando un programa deportivo. Bastante hacía uno con no dormirse.

El primer aviso debe ser contra esas novedades de la tecnología que son los asistentes de circulación. Esos navegadores de voz cardada que te dicen que tomes la salida de la calle Agapito Pérez, cuando no sabes siquiera si estás en León o todavía en San Andrés. La verdad es que los ingenieros que diseñaron esas ayudas no estuvieron listos del todo. Que esa cajetilla de tabaco parlante te ordene tomar el desvío de Agapito Pérez es como ese ministro que te dice que en tiempos de coronavirus hay que toser en la sangradura. O lo ilustra tosiendo en el codo por dentro o la ciudadanía ni se entera. El problema es que con el navegador uno no tiene tiempo para nada y, salvo que estés en una rotonda que te permita girar en bucle infinito, mientras infructuosamente intentas leer desde la distancia la placa (todas las placas se hacen para leer de cerca), lo más probable es que entres en la calle «Recalculando» y «a trescientos metros tuerza hacia la avenida Pérez Agapito». Un sindiós.

Pero también hay riesgos promovidos por humanos. Para los turistas que buscan su hotel, que algunos todavía se desplazan en coche, superar los trombos que las alegres peatonalizaciones han ido localizando en las zonas céntricas de las ciudades supone una tarea propia de Tom Cruise. Casi ninguno supera esa misión imposible y aquí mismo ya se han encontrado atados a los árboles de la Candamia o del Ejido coches, abiertos y con las llaves puestas, como si sus propietarios hubieran decidido abandonarlos a su suerte ante la seguridad de ser incapaces de volver a hallarlos nunca jamás. ¿Qué habrá sido de esa gente?

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