Diario de León

Antonio Manilla

La revolución de las personas

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Los artistas de nuestro tiempo imitan a los vertederos, a los puntos limpios, al mar de plástico. Han vuelto a la naturaleza, al apunte realista, al bodegón, aunque ahora sea con instalaciones y esas chivirigüainas de las suyas. Los que son capaces de ver «discurso» hasta en la piel abandonada de una culebra, hablan de denuncia social y ecológica, pero en realidad es simple y puro Naturalismo: lo que hay, lo representan. Hemos jodido el planeta. Es un montón de chatarra. Y lo evidencian las pinturas antiguas, no las actuales, cuando comparamos los paisajes que aparecen en ellas con los que tenemos ahora, degradados a conciencia y para unos cuantos siglos. El «mensaje» de aquellos cuadros no pudieron soñarlo sus artífices. Es el fondo en esfumato de la Gioconda quien nos acusa de habernos cargado el planeta, no el videomontaje con imágenes de un centro de tratamiento de residuos pasado por una sesión de montaje musical lisérgico. A lo sumo, en su gran mayoría, lo de los artistas contemporáneos puede considerarse documentalismo activista. El resto es casi siempre caca, culo, pedo, pis.

Esa degradación del mundo comenzaría seguramente en el momento en que abandonamos las piedras desechadas tras una hermosa tarde paleolítica de fabricar raederas y bifaces, se aceleró con la industrialización y en los últimos dos siglos ha cogido velocidad de cohete. Solo doscientos años han bastado para que el planeta parezca un vertedero y eso que normalmente escondemos la basura. Sólo los muy guarros dejan a la vista sus residuos tóxicos: los países «civilizados» los exportan al tercer mundo, los entierran en zonas poco habitadas o los echan al mar de todos un día que nadie está mirando. Creo que aún no hay expediciones al espacio para eliminar nuestra basura, debido a sus altos costes, pero todo se andará. La emprendeduría privada del poscapitalismo, en asuntos como este, siempre está presta a ponerse manos a la obra.

Una generosa subvención y ahí tenemos a un puñado de empresas peleándose por inundar de palas nuestra provincia, salvando el medio ambiente a costa de degradar el paisaje, si queréis modernidad ahí van dos tazas. Al final, no nos va a quedar más remedio que inventar nosotros. Visto el basurero en que se está convirtiendo el mundo, con la connivencia o el dejar hacer de quienes tienen la obligación de evitarlo, se impone una revolución de las personas para salvar el futuro empeñado del planeta.

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