Diario de León

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No es desamparo lumínico, simplemente que las autoridades han decidido no gastar tanto en iluminar las noches, dejando de contribuir a ese medio ambiente completamente artificial que generaban las farolas. ¿Alguien ha visto un monte encendido en horario nocturno? Vida natural. Eso es lo que hace falta a los ajetreados habitantes de las locas urbes modernas. Y menos humos. 

Allá por el 97, ya Richard Rogers blandía un informe que sostenía que el automóvil en Londres producía una corrosión de los edificios que costaba «nada menos que el 3% del PIB inglés». En orden a reducir ese coste y el mal sobre la salud pública, media Europa se lanzó a peatonalizar entornos y a imponer peajes para disuadir el tráfico de paso por los centros históricos, como la zona azul, que a la vez servían como fuente de recaudación. Una tasa más a sumar al impuesto de circulación, que nunca se redujo proporcionalmente. No se atrevieron a restaurar los fielatos o las aduanas, aunque una versión moderna en forma de pegatina ya comienza a transitar en nuestros días. Proteger, en fin, a los edificios y a las personas del centro, supongo, no porque suelan ser más ricos que los de los barrios sino porque allí se acumula el tráfico, que ahora se desvía hacia las áreas más humildes por alcaldes que se dicen de progreso.

Como hay que contarlo todo, reseñemos que, en buena lógica, también se ha desviado el aparcamiento —llamado disuasorio—, convenciendo a los comerciantes de que aparcar lejos es bueno para el negocio. Que, si fuera tan bueno, no iba el Corte Inglés a reconvertir su garaje en un par de plantas nuevas…

Veinticinco años después, nosotros andamos a vueltas con el León Central o almendra libre de tráfico, la construcción de un cogollito de corrosión y contaminación «free» cuando aquí la contaminación brilla por su ausencia. Motora y ya no digamos industrial. Se esgrime la normativa europea, aunque muchas otras localidades la están cuestionando porque casi nunca se pueden imponer las mismas soluciones a distintos problemas: lo que vale para París igual no es lo más apropiado para Fuenlabrada. Y más en un municipio en cuyas calles se apagan las farolas por aceras y se deja la ciudad a oscuras o al amparo de la luna y los neones comerciales. Eso sí que es disuasión para el tráfico, el consumo y el ciudadano. A las ocho en casa.

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